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Joder qué tropa

  • Última actualización
    03 octubre 2025 05:20

A los líderes les miente todo el mundo. En uno u otro momento. En una u otra medida. No tenerlo en cuenta es llamar a gritos a la ruina propia y la ajena. La adulación, cuando no la ves venir, cuando no la pones bajo sospecha, puede acarrear nefastas consecuencias, sobre todo para el rey desnudo cuyo atuendo alaba todo su “círculo de confianza”.

Cualquiera que tenga una responsabilidad, un cargo o un carguete, deberá tener en cuenta que si el subordinado se calla no es porque no tenga nada que decir. Que si te da la razón no significa que la tengas, y que, si te dice que prefiere A, no hay que descartar que se muera por B.

Realmente eso de la adulación, el “pelotilleo” o el “lameculeo” genera monstruos, y con ellos gran parte de los problemas de la humanidad. La alabanza continuada, persistente, perenne, perpetua, acaba destruyendo a quien la recibe. Es cuestión de tiempo. Si te dicen una vez eso de “qué bien mea usted, señor director”, puede ser que te parezca una tontería sin sentido... las primeras mil veces. Al final, de tanto oír el elogio hacia tu micción, te sorprenderás un día pensando que sí, que efectivamente, que nadie mea como tú, que es un hecho indiscutible, que solo hay que ver la intensidad del chorro, la cadencia, el compás, el ritmo, el ángel, el swing y flow de tu meada.

Cuanto más grande es el poder del líder o pseudo líder, más complejo será que alguien se atreva a decirle que no, que por ahí no

Si te dejas llevar por los lameculos, entras en un mundo bucólico y pastoril, donde la grandeza de los reyezuelos se sustenta en la cantidad de bufones que les rodean. Cuesta llegar a ese estado de éxtasis. A ese nirvana que te impide tocar el suelo. A ese punto de nariz elevada al máximo, hasta el punto de sufrir constantes quemaduras por el contacto con las bombillas.

El henchido vip corre el riesgo de elevarse hasta que algo o alguien le rebaje el soufflé de golpe. Cuanto más grande es el poder del líder o pseudo líder, más complejo será que alguien se atreva a decirle que no, que por ahí no.

Más grande será, también, el nivel de altura que coja su ego y, por supuesto, más grande será su caída en cuanto pierda parte o todo su poder.

Todo esto ocurre en la administración, en la empresa privada, en la pública, en el asociacionismo... La cantidad y calidad de los lameculos irá siempre en proporción de lo que el cliente, presidente, líder o amo pueda beneficiarles o perjudicarles. Si el líder hace una pregunta, debe tener claro que el subordinado interrogado en lo primero que piensa es en la forma de acertar con la respuesta que el jefe quiere oír. Lo último que probablemente se le pase por la cabeza será decir su criterio real. Cuando una palabra del jefe o presidente basta para cambiarte la vida... no podemos criticar y condenar que el interlocutor mienta: es en legítima defensa.

Nunca debemos olvidar al Conde de Romanones, que haciendo campaña para su entrada en la Academia, consiguió el compromiso de apoyo de todos y cada uno de los académicos. Finalmente, no salió elegido porque no le voto nadie. Le habían mentido todos. Al enterarse, dejó para la posteridad aquella rotunda exclamación de “... joder, qué tropa”.