Los certámenes feriales parecían condenados a desaparecer con la llegada de internet.
Hace unos muy pocos años, lo presencial no parecía tener futuro. Ni los libros en papel, ni los viajes de negocio, ni las reuniones en persona. Luego llegó el COVID y todo esto se subrayó de forma especialmente contundente. Todo se podía hacer desde casa. La comunicación se volvió más concreta, concisa, resumida y “productiva”. No se “perdía” tiempo. El teletrabajo, las videoconferencias, lo virtual y los hologramas estaban dominando las perspectivas de futuro.
No tardamos mucho en darnos cuenta de que todo se estaba basando en la ausencia, la distancia... el vacío. Habíamos olvidado lo que había sido siempre la base y fundamento de toda empresa, de todo progreso: el contacto personal, el acuerdo mirando a los ojos, el valor de un apretón de manos.
Las ferias de muestras, como Transport Logistic Munich, congregan a visitantes de todo el mundo que optan por hacer cientos o miles de kilómetros, para patear la moqueta, visitar los stands y charlar con los expositores sobre productos y servicios.
Hacer todo esto en vivo y en directo no ha perdido el alto valor que tenía antes de la pandemia. Lejos de esto, la interacción personal ha recuperado el pulso a niveles anteriores a la pandemia.
Esta fortaleza de lo presencial llama más la atención en las ferias de nuestro sector logístico, en las que se exponen, sobre todo, servicios, especialmente susceptibles de darse a conocer por otras vías de comunicación. El sector logístico precisa de cada eslabón de la cadena para funcionar. Quizás sea por esto por lo que aquí se valora especialmente el contacto personal en eventos, jornadas y ferias. Las relaciones entre profesionales, entre empresas, entre personas, cuanto más profundas, mejor. Sobre todo, si tienen vocación de permanecer en el tiempo, como ocurre en este sector. No triunfa el cliente esporádico. Al igual que no se suele buscar un proveedor ocasional.