Cerca de la desembocadura del río Bidasoa, un islote fluvial de apenas 213 metros de largo por 40 de ancho, y sin más población que un puñado de chopos rodeados de maleza y algunas aves despistadas, presenta la singularidad de ser el territorio en condominio más pequeño del mundo. A un lado del río, Irún, España; al otro, Hendaya, Francia.
En la isla de los Faisanes, donde, por cierto, no habita ningún faisán, se firmó en 1659 el Tratado de los Pirineos, que puso fin a la guerra entre España y Francia iniciada 24 años antes. Durante mucho tiempo fue una importante fuente de conflicto entre pescadores españoles y franceses y con el fin de evitar enfrentamientos e impedir que el islote se convirtiera en un terreno no legislado, Francia y España decidieron a finales del siglo XIX repartirse durante seis meses al año su jurisdicción. Así, de febrero a julio la isla queda bajo administración española durante seis meses. De agosto a enero es administrada por Francia.
La isla de los Faisanes no deja de ser una insignificancia geográfica con sus 6.820 metros cuadrados de terreno baldío y desprovisto de otro valor que alimentar el anecdotario de la historia. Sin embargo, su escaso valor material queda compensado con su simbolismo, ya que el islote representa el espíritu de acuerdo que preside hoy las relaciones entre dos Estados que se han dado la espalda durante siglos, también en el ámbito de la logística, pero que en el marco de la Unión Europea debe traducirse necesariamente en cooperación y estrategias conjuntas.
El área Irún-Hendaya es el núcleo de una conurbación que se extiende desde Baiona, al norte, hasta Donostia-San Sebastián, al sur, donde el transporte y la logística ocupan un lugar central en las relaciones transfronterizas, aunque no siempre hayan sido suficientemente valoradas.
Con dos puertos vitales para sus respectivas comunidades como Pasaia y Baiona; el complejo ferroviario de Irún-Hendaya; el Centro de Transportes Zaisa de Irún y varios pasos fronterizos por donde transitan diariamente miles de camiones que conectan el mercado ibérico y del norte de África con Europa, esta zona de la Eurorregión que componen la región francesa de Nueva Aquitania, el País Vasco y Navarra, tiene razones para cooperar en un marco de competencia; aquello que Brandenburger y Nalebuff, profesores de Harvard y Yale, respectivamente, definieron como “coopetition”, un método que va más allá de las viejas reglas de la cooperación y de la competencia, combinando las ventajas de ambas.
El área Irún-Hendaya es el núcleo de una conurbación que se extiende desde Baiona, al norte, hasta Donostia-San Sebastián, al sur, donde el transporte y la logística ocupan un lugar central en las relaciones transfronterizas, aunque no siempre hayan sido suficientemente valoradas
En este sentido, el evento Agri’ Vrac organizado la pasada semana por el puerto vasco-francés de Baiona, propiedad de la región de Nueva Aquitania y cuya gestión delega en la Cámara de Comercio e Industria de Baiona-País Vasco, subrayó el valor de la colaboración entre los actores logísticos de la Eurorregión, sin olvidar que en el ámbito portuario, es la competencia la relación dominante entre los puertos a ambos lados de la frontera, como expuso Mathieu Bergé, consejero de Nueva Aquitania, delegado de Cooperación Transfronteriza, Eurorregión, Puertos y Aeropuertos.
“Somos un puerto transfronterizo y no existen fronteras de negocio al otro lado de la muga (frontera)”, afirmó Bergé en referencia al Puerto de Baiona. La logística tiene la capacidad de difuminar las fronteras para acercar mercancías y personas. En el río Bidasoa, entre Irún y Hendaya, la isla de los Faisanes nos recuerda que las fronteras no son inmutables y que el acuerdo y la colaboración son claves para una convivencia armónica. También en logística.