Barbie ha regresado a mi vida. Cuando pensaba que la rubia entaconada había abandonado para siempre y por siempre mi conversación, regresa y lo hace con el rostro de actriz del siglo XXI y una banda sonora pegadiza e inolvidable. ¿Cómo no iba a recuperarse la canción de Aqua? Venga, confesadlo, todos estáis tarareando en vuestra cabecita: “I’m a Barbie Girl in a Barbie World/ Life in plastic, it’s fantastic/ You can brush my hair, undress me everywhere/ Imagination, life is your creation)”. Es imposible no hacerlo.
Pues la muñeca más famosa del mundo, que no tiene profesión porque “puede ser lo que ella quiera ser” -le paso propuestas por si cuajan: logística, estibadora, aduanera, camionera, pilota...-, ha vuelto a mi día a día porque la campaña de promoción que está haciendo el estudio es brutal. Premieres de los teasers, entrevistas con el cast y la directora, con los que iban a estar y luego no estuvieron, promos en redes sociales globales e informaciones curiosas como que durante la preproducción y el rodaje del film la cadena de suministro de pintura rosa colapsó. ¡Qué el mundo dejó de tener pintura rosa disponible! ¿Cómo os quedáis? Increíble.
Los proveedores no daban abasto y las producciones del esmalte rosado debían llegar a tiempo; así que, una vez más, la cadena logística tuvo que echar una mano y facilitar que las cosas se desarrollaran como tocaba. Porque, y no me cansaré de repetirlo, la actividad económica global es competitiva, viable y rentable porque el transporte y la logística la impulsan. Sin transporte, el comercio exterior no sería posible.
Lo sabían las civilizaciones antiguas del Mediterráneo, que consolidaron sus riquezas gracias a los intercambios comerciales que inventaron y promocionaron, y lo sabe la inteligencia artificial (IA) que, a expensas de las órdenes dadas por las personas, es capaz de organizar las rutas más eficientes, optimizar una terminal de contenedores y reducir las ineficiencias portuarias, entre otras muchas cosas.
 
  
 