La falta de agua no todo lo agosta. Cuanto menos agua, más brota la demagogia; cuanta más sequía, más reverdece el populismo, más abono para la palabrería, más fertilidad para los lugares comunes y para la falacia interesada, más fotosíntesis para los labios de esos políticos y de, ojo, determinada prensa que si algo no saben es callar ante su irrefrenable estrategia de conjugar torpes silogismos.
En Barcelona, una de las premisas obsesivas son siempre los cruceros, seguidos de esa correlación diabólica de lujo, despilfarro, desfase, piscinas kilométricas, jacuzzis como circos romanos, mangueras de agua como aspersores mourinhistas que lanzan chorros al aire como si no hubiera mañana para que los cientos de miles de cuerpos musculados y bronceados no pierdan su perfecta capa hidratante de gotas refrescantes, con duchas por doquier que no descansan para esa turba que vive las travesías clorándose y desclorándose a todas horas con fruición, esa turba de collares de perlas y camisas guayaberas, esa turba enganchada a las fiestas infinitas de interminables cubiteras, desbordantes de pétreos hielos que a la hora máxima de desenfreno se lanzan por los aires sobre las pistas de baile mientras los cruceristas ríen a carcajada batiente al tiempo que se apresuran a abrir grifos a su paso a diestro y siniestro, que es lo que tiene estar forrado mientras surcas el Mediterráneo.
Y frente a esto, como siguiente premisa, Barcelona y la sequía, es decir, para qué queremos más.
¿Conclusión? Disparemos al tráfico de cruceros, como si de algo sirviera o, mejor, como si fueran los responsables de que en Catalunya no lloviera. Ante todo, es fundamental encontrar un pim pam pum en el que descargar hábilmente la frustración.
Inmersos en esta histeria, la Autoridad Portuaria de Barcelona salió ayer al paso con una milimétrica nota de prensa en la que se pone a todo el mundo en su sitio.
Por delante va ese compromiso proactivo con la industria crucerística para, en caso de que se decrete la fase de emergencia por la sequía, no se aprovisione de agua a los buques excepto en aquellos casos que sea estrictamente necesario.
Ahora bien, a partir de aquí, se desgranan una serie de contextualizaciones que se antojan definitorias.