Pero no porque hablemos de cruceros va a ser hoy menos serio este artículo. Porque, pese a no hablar de logística y hacerlo de un sector mucho más lúdico, aunque también portuario, estamos hablando de un sector económico muy potente que genera más de 800 millones de euros de facturación anual, contribuye al PIB de Catalunya con más de 415 millones de euros y permite el mantenimiento de alrededor de 6.800 puestos de trabajo a tiempo completo. Y estos datos se refieren únicamente a la riqueza derivada de los cruceros que atracan en el Puerto de Barcelona, según un estudio elaborado hace un tiempo por el Laboratorio de Economía Aplicada AQR-Lab de la Universidad de Barcelona. Si hablamos de España, la industria de cruceros realiza una contribución directa a la economía de más de 1.480 millones de euros y de más de 4.250 millones si se suman efectos indirectos e inducidos, generando, además, más de 31.000 puestos de trabajo. En este caso, los datos son de CLIA.
Teniendo en cuenta estos datos, permítanme calificar de espantosas las declaraciones que salieron, días atrás, de la boca de Gala Pin, concejala del distrito barcelonés de Ciutat Vella y número 7 en la lista de Barcelona en Comú para las elecciones municipales, quien no tuvo pudor alguno en comparar a los pasajeros de los cruceros con las plagas de langostas. En concreto, y para que tengan la información precisa si es que no lo han leído aún, Pin aseguraba en una entrevista publicada por el diario Ara que, respecto a los cruceros, “ en realidad no se trata tanto de redistribuirlos como de conseguir que no haya”. Y añadía: “creo que no deberíamos tener turismo crucerista. Es un turismo de plaga de langostas: devoran el espacio público y se van”. Además de ser una comparativa muy poco acertada, tampoco se ajusta a la realidad.
Quizás no sabe Gala Pin –o no le interesa recordarlo– que de los poco más de tres millones de cruceristas que pasaron por el Puerto de Barcelona en 2018, más de la mitad –casi 1,7 millones– embarcaron o desembarcaron en él lo que quiere decir que muchos de ellos hicieron noche en la ciudad –algunos incluso más de una noche ya que, según el estudio de la Universidad de Barcelona, los cruceristas que pernoctan en la ciudad se quedan una media de 2,6 noches y el 94% de los que hacen noche se alojan en hotel, frente al 47,5% del turista vacacional de Barcelona–. Tampoco debe saber/recordar que muchos, muchísimos de estos cruceristas, son extranjeros, con los norteamericanos como grupo muy significativo, y que si hoy en día el Aeropuerto de El Prat cuenta con unos cuantos vuelos a Norteamérica es, en buena parte, gracias a los cruceros.
Por si esto fuera poco, quizás Gala Pin olvida que hace poco más de un año la alcaldesa de Barcelona, y compañera de partido, Ada Colau, calificaba de “histórico” el acuerdo alcanzado con el Puerto de Barcelona en materia de cruceros. Colau, exultante, decía que era “uno de los acuerdos más importantes de las últimas décadas”. El acuerdo en cuestión supone la reordenación de las terminales de cruceros del recinto portuario y su limitación a un máximo de siete.
Es cierto que ante unas elecciones los políticos tienden a enardecer a las masas. Pero convendría hacerlo sin dejar de lado la realidad. Y teniendo en cuenta que el trabajo de muchos ciudadanos depende de los cruceros.