Cada vez se va a profundizar más y más en aquello de lo que puede hacer la inteligencia artificial en la sociedad en general y en la logística en particular.
La IA hoy, en el punto actual de su galopante desarrollo, nos puede sustituir ya en demasiadas cosas. Solo falta que conozcamos lo que puede hacer, para que su uso crezca exponencialmente.
Ocurre con esto lo mismo que con los coches o camiones autónomos. Su potencial actual les permite ir de puerta a puerta con menos posibilidades de accidente que la que tienen los conductores humanos. Si no vamos sin conductor es por miedo a que una máquina lo haga mejor que nosotros y, sobre todo, por falta de legislación que regule ese actual potencial.
Los defensores del ser humano, aún reconociendo que cada vez tenemos menos defensa, esgrimirán, volviendo a lo de la IA, argumentos como la carencia de corazón y alma de las máquinas. En el otro lado de la balanza está otra realidad creciente: la de los humanos que prefieren tratar con máquinas, para proteger su sensibilidad, sentirse queridos, respetados, amados.
Asegurar un trato correcto en la vida personal o profesional es algo que está al alcance de todas las inteligencias artificiales, no de todas las naturales
Un mail o una conversación telefónica, cuando ignoran las normas de cortesía y respeto, nos puede hacer daño o mucho daño. El que alguien haya querido recordarnos su poder y fuerza porque tiene el estatus de jefe, autoridad, cliente... es algo de origen totalmente humano. Una máquina nos podrá decir que el flete vale tanto, que la mercancía debe estar sí o sí entregada, o que no nos puede dar el servicio... sin molestarnos en lo más sagrado, lo personal. Incluso podrá decirnos cuatro frases de consuelo o alternativa, en lugar de hundirnos en la miseria. Asegurar un trato correcto en la vida personal o profesional es algo que está al alcance de todas las inteligencias artificiales, no de todas las naturales. Para nota es el paso siguiente: que la máquina, además de no hacernos sentir mal, nos haga sentir bien. O muy bien. O mejor que nunca. Si la neutralidad en el lenguaje, la carencia total de la mínima posibilidad de términos ofensivos o irrespetuosos, ya nos puede generar bienestar en la comunicación con algunos otros eslabones de la cadena logística, un nivel de empatía superior podría llevarnos a enamorarnos. Literalmente. Si ya nos conformamos, en cualquier tipo de relación con que nos traten bien, con que nos hablen bien, incluso con tener una relación, una comunicación correcta, cómo no nos va a encandilar el trato cariñoso, cuando tanta falta nos hace hoy en día.
El incivismo y las faltas de respeto crecen por todos lados. La inteligencia artificial tiene ahí un campo de desarrollo brutal. Lo que ofrecen las máquinas, escasea cada vez más y es, a la vez, cada vez más demandado: tratar bien a las personas, hablarles con corrección. Si dan un paso más y les dicen lo que, a nivel personal, cada cual quiere oír, conseguirán engancharnos afectivamente. Recuerden que películas como Her, donde el protagonista se enamora de una compañera generada por inteligencia artificial, tan solo porque conversa con él, teniéndole en cuenta a él. Esto ya es real y la demanda crece como la espuma.
Con el tiempo no es que los coches totalmente autónomos estarán permitidos, si no que, incluso, estará prohibido que los humanos los conduzcan. Se salvarán miles de vidas.
Puede que las relaciones, los tenders, las negociaciones, la comunicación diaria profesional, y quizás también personal, se hagan a través de las máquinas... o solamente con las máquinas. Se salvarán muchas relaciones de todo tipo y, sobre todo, se podrán evitar muchos estomagues.