Reflexionaba sabiamente Álvaro Rodríguez Dapena, en una de sus más recientes charlas, sobre el devenir de la liberalización del transporte y sobre cómo en España la apertura de los distintos mercados hubo de enfrentarse paralelamente a la privatización o no de los operadores modales públicos y dominantes.
En esta línea, si analizamos la liberalización del transporte aéreo, del cabotaje marítimo y del transporte ferroviario, observamos como diferencia fundamental que en los dos primeros casos tanto Iberia como Trasmediterránea acompañaron los procesos de liberalización de la pertinente privatización, algo que no sucedió en el caso del ferrocarril de mercancías con Renfe, ni tiene visos que vaya a pasar tampoco una vez se abra el mercado del pasaje.
Como quiera que resulta contranatura la pervivencia de un operador público dominante en un mercado que intenta regirse con plena libre competencia; como quiera que dicho operador ni siquiera opera en sí mismo con reglas de mercado, pues permanece dopado por el estado, merced a sus cuantiosas pérdidas; y como quiera que, desde un punto de vista sectorial, la liberalización ferroviaria de mercancías no se antoja demasiado exitosa a tenor de los volúmenes y cuotas de mercado, resulta obvio que la pervivencia del operador dominante público ha determinado en una parte relevante el bloqueo que pervive en el ferrocarril.
El efecto en el modo aéreo se antoja el contrario. No sólo se ha producido en estos años una sana competencia de nuevos operadores nacionales e internacionales sino que Iberia igualmente ha sido motor fundamental para el posicionamiento de España como uno de los mercados líderes a nivel mundial en materia de transporte... de pasajeros.
Porque sí, no obviemos que tras la liberalización y la privatización Iberia ha sido un motor para el turismo pero su papel de locomotora de la logística ha sido como mínimo discreto y, por desgracia, en estos momentos lo sigue siendo, sin vocación alguna de ejercer un liderazgo que ha tenido que asumir en España un cargador, Inditex, dueño y señor del 27% de toda la carga aérea que se mueve en nuestro país y que le ha tenido que dar su negocio a las grandes aerolíneas de Oriente porque aquí no había nadie capaz de ofrecer ni la capacidad ni la calidad que requería.
Iberia ha sido un motor para el turismo pero su papel de locomotora de la logística ha sido y sigue siendo como mínimo discreto
Bien es cierto que las mercancías eran lo que eran en Iberia antes de su privatización, pero después han seguido siendo eso mismo, un complemento de las bodegas de pasaje, una clamorosa desventaja en estos tiempos del coronavirus donde vemos cómo los aviones de pasajeros siguen en tierra pero los grandes operadores han apostado por los cargueros y por concentrar sus tráficos en los hubs tradicionales, acelerando la salida de una crisis en la que, por ejemplo, Madrid, sin una referencia carguera sólida, sigue de momento tiritando.
Abundando en este aspecto de Iberia y regresando a Renfe, ¿el resultado entonces hubiera sido el mismo con una privatización? Pues tal vez no, por ese factor de haberse liberalizado primero las mercancías y haber podido en este tiempo desgajar esa división, enfrentándose a sus propios retos sin distorsiones y, sí claro, con el reto del saneamiento, que siempre ha sido un freno para cualquier decisión.
Por cierto, poniendo la vista en la estiba portuaria, aquí los operadores dominantes, es decir, las sociedades de estiba, ya se privatizaron. Las autoridades portuarias ya salieron hace años de su capital. ¿Qué falló aquí? Claramente que la privatización no se acompañó de la liberalización. Ahora bien, esta última está en marcha desde 2017. ¿El problema? El afán de algunos por que los CPE sigan actuando como operadores dominantes. Son tics que a menudo cura el tiempo... o la CNMC.