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Llegada de un tren a la estación

  • Última actualización
    21 julio 2025 15:45

Apostado a un lado de la vía, quieto, cámara fotográfica y teléfono móvil en ristre, rodeado de periodistas gráficos y no gráficos, de representantes de empresas y de puertos, de autoridades civiles y militares, de las fuerzas vivas de la ciudad, de la región y de un país llamado Francia que no renuncia a su grandeur, aguardaba bajo un cielo gris envuelto en expectante silencio, la llegada de un tren a la nueva estación de ferroutage del Puerto de Cherburgo, allá donde Normandía penetra en el Canal de la Mancha, ese brazo de mar del océano Atlántico donde las frecuentes nieblas y tormentas daban lugar antaño a ingeniosos titulares de prensa como aquel “Fog in Channel: Continent Isolated” atribuido al periódico británico The Times en los años 30.

Con la vista fija en ese punto donde los railes de la vía parecen tocarse, el mismo por donde debía aparecer de un momento a otro de frente un tren de mercancías de 750 metros de longitud cargado con todo un ministro de Transportes de la República Francesa, mi visión periférica captaba también la imagen difuminada de una cámara de televisión con su operador dirigiendo el objetivo hacia el mismo punto de fuga.

Tal vez fueron unos pocos segundos, o tal vez unos pocos minutos, los que transcurrieron hasta que la locomotora hizo por fin su aparición para recorrer muy lentamente los dos centenares de metros finales hasta alcanzar y romper la cinta tricolor que simbolizaba la doble inauguración de la terminal de ferroutage del Puerto de Cherburgo y de la autopista ferroviaria Cherburgo-Mouguerre (Baiona), con la que la naviera francesa Brittany Ferries conecta por tierra las Islas Británicas con España tras hacerlo por mar durante décadas a través de los puertos de Santander y Bilbao.

En la estación de ferroutage del Puerto de Cherburgo hubo silencios, palabras... y un tren de mercancías que llenaba toda la pantalla

Fueron durante esos segundos, tal vez minutos, esperando a un tren en la estación de ferroutage del Puerto de Cherburgo, con un operador de cámara a mi lado, cuando me vino a la memoria el documental “Lumière! La aventura continúa”, que casualmente había visto unos días antes, con las imágenes aún frescas de la película “La llegada de un tren a la estación”, dirigida por los hermanos Lumière en 1895 y considerada como una de las primeras películas proyectadas en público y pionera en el lenguaje cinematográfico.

Poco tiempo después, el cinematógrafo cruzó el Atlántico y llegó a Estados Unidos, donde en 1903 se estrenó el cortometraje “Asalto y robo de un tren”, dirigido por Edwin S. Porter, y considerada como la primera película de acción estadounidense y el primer western con una forma reconocible.

Pero en cuestión de trenes y cine, de cine y trenes, por delante de estos títulos y de otros como “Extraños en un tren”, de Alfred Hitchcock; “El expreso de Shanghai”, de Josef von Sternberg, o “Asesinato en el Orient Express”, de Sidney Lumet, sobresale la figura eterna, y no siempre del todo reconocida, de Buster Keaton, que nos regaló con “El maquinista de La General” (1926) una de las mejores películas de la historia del cine, aunque irónicamente, en el momento de su estreno fue un fracasó comercial que hizo que Buster Keaton, conocido artísticamente en España como Pamplinas o Cara de Palo, perdiese parte de su independencia económica y artística.

Decía Buster Keaton que “El silencio puede ser más poderoso que cualquier palabra”. Los periodistas vivimos de la palabra. Pero no seré yo quien contradiga al Gran Buster. En la estación del Puerto de Cherburgo hubo silencios y palabras. Y un tren de mercancías que llenaba toda la pantalla. Suficiente.