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Lo malo de la bonanza

Cuando no hay huelgas, ni conflictos brutales, ni hambrunas, ni cosas de esas, también, no crean, hay damnificados.

  • Última actualización
    11 julio 2019 17:35

Unos de ellos serían los periodistas, que en estos días, sin grandes conflictos y sin fútbol, no tienen, o no tenemos, cosas de interés que llevarnos a las páginas. Y no es lo mismo publicar noticias malas que buenas. Que ya sabemos lo que les ha ocurrido, en la historia del periodismo, a los que han apostado por publicar sólo buenas noticias. Unos, cuando no hay conflictos, optamos por publicar otras noticias, caiga quien caiga, aunque lo que caiga sea el número de lectores. Otros directamente inventan las malas noticias. Cosas de la antigua necesidad de la prensa de publicar informaciones atractivas, sean ciertas o no. Además de la prensa, hay otros colectivos que también lo pasan mal con esta calma chicha. Entre ellos los sindicatos y las asociaciones. Florecen ambas en aguas turbulentas. Es su hábitat generalmente más favorable para conseguir notoriedad y afiliados. Siempre es más fácil saber qué no se quiere. Y cuando hay un problema serio, sindicatos, asociaciones y libros de autoayuda se venden mucho mejor. Cuando llegan las vacas no tan flacas, las asociaciones han de recurrir a algo tan escaso como la imaginación. Obvio que siempre hay qué mejorar y por qué luchar. Pero no es lo mismo la pasión que se pone para, por ejemplo, mantener un puesto de trabajo, que para mejorar un acceso. Si hay enemigo, la lucha tiene más sentido que si hemos de inventarla. Los Quijotes arremeten contra los molinos siempre, pero los Sanchos, como no vean gigantes… se quedarán mirando. Por eso, en épocas de calma, que haberlas las hay, el asociacionismo se ve abocado a su redefinición. Conversando el otro día con el máximo responsable de una de estas asociaciones sobre el problema que puede suponer para ellos la ausencia de problemas que atraigan socios, me permití recordarle la necesidad de convertir a las asociaciones en algo, sencillamente, rentable, algo a lo que interesa estar apuntado. Deberíamos empezar a desarrollar la vertiente positiva de las asociaciones. Y así, de paso, volveremos a recordarnos la importancia de no dramatizar tanto en todo. Un grupo de 100 socios, uniendo recursos y voluntades, puede generar una corriente de reivindicación, ataque y lucha, pero también de defensa, formación, intercomunicación, negocio y ocio. Ocurre que todo esto, además de ser rotundamente nuevo en casi todas las asociaciones que conocemos, supone… mucho trabajo. Apostar por el socio cautivo, el que está por estar y no sabe ni dónde está, es cómodo, siempre que se tenga un cierto número de estos paganos incondicionales. Se puede sobrevivir también así. Pero es mucho menos seguro para el futuro de la asociación y, sobre todo, es infinitamente más aburrido. Generalmente, las asociaciones andan a la caza y captura de socios, salvo un par de excepciones que me viene a la cabeza. El futuro de ellas anida en otros enfoques, tan trabajosos como desconocidos. Pero el resultado, como digo, ha de ser siempre el mismo: Que le interese al socio ser socio. Es decir, crear un buen producto. Son asociaciones empresariales. Somos empresarios, seguro que sabremos adaptarnos. O… ya saben.

Por cierto… ¿para cuándo una asociación -federación- de asociaciones logísticas? Cuantos más socios haya en una asociación, mejor. Cuantas menos asociaciones haya en un sector, mejor. El número ideal: Una, que, como el famoso anillo, valga para unirlas a todas.