Pasará el tiempo, queramos o no, y fliparemos con nuevas tecnologías, cuatros puntos ceros, incubadoras, start ups, emprendimientos, inteligencia artificial y derivados. No es para menos. Es para fliparlo en colores. Y lo que nos queda.
Todo muy santo y muy sabio. Y muy aplicable a la logística, que ya nunca volverá a ser la misma. Tan santo y tan sabio como reconocer que, en logística, los veteranos que todavía se cruzan con nosotros en eventos, ferias y fiestas han vivido revoluciones y cambios tanto o más rotundos. Sin darse ni que les den importancia.
Pareciera que el sector logístico, tal y como lo conocemos, venga así de fábrica, y que su desarrollo definitivo se vaya a producir a partir de ahora. Parecen condenados al olvido los rotundos pasos de progreso que se han vivido en logística, desde los años 60 y 70, sin ir más lejos.
Todavía están entre nosotros los directivos que han vivido la vertiginosa evolución del transporte internacional. No tengo duda de que el mundo sería totalmente distintos si a Malcom MacLean no se le hubiera ocurrido agrupar las mercancías en un contenedor, allá por los años 50, ayer como quien dice.
La definitiva evolución de la logística es especialmente reciente y significativa, y tan relevante como pueden llegar a ser los avances que van asomando en nuestro horizonte de desarrollo inmediato. No importa si no se valora como merece la evolución de los sistemas de transporte, con el contenedor como piedra angular de esa rotunda evolución. Lo que sí estaría bien es que se tuviera en cuenta esa deuda de reconocimiento con los veteranos directivos logísticos.
Me pasa con la logística como con el flamenco... se me están yendo los maestros, los mejores, los que establecieron las bases de todo esto. Muchos de ellos, volviendo a la logística, siguen trabajando día a día, sin que se les de la importancia que merecerían en cuanto se repasara su trayectoria, sus comienzos, que son, al fin y al cabo, los comienzos del esplendor actual de la logística.
En ese apartado estaría Jaime Oliver Aymerich, fundador y socio de Transcoma Grupo Empresarial, fallecido el día 31. Se incorporó a Transcoma en 1960, cuando el contenedor era solo un embrión. Entonces no se manejaban términos como emprendedores, visionarios, adelantado a su tiempo, start up... pero aquellos profesionales podían aplicarse toda esa terminología a ellos y a sus iniciativas empresariales. No había redes sociales, ni internet, pero la comunicación era sin duda más directa y, por tanto, más verdadera. No había inteligencia artificial, pero la inteligencia natural parece que estuviera mucho más desarrollada.
Toda esa generación que vivió los albores del contenedor merece un reconocimiento global.
La luz de las nuevas tecnologías y tendencias en nuestra logística, no debe tapar a estos inmejorables directivos que todavía nos acompañan. Se trata, sencillamente, de valorar lo muchísimo que se ha hecho a base de rebanarse los sesos, mucho trabajo y gran profesionalidad.
Solo valorando la realidad del pasado podremos saborear el presente y el futuro. No es santo ni sabio glorificar lo que puede que sea, lo que quizás se haga y se logre, sin reconocer lo que se ha hecho, y cómo se ha hecho. Sin aquellos cimientos que pusieron nuestro logísticos más veteranos, no se podría levantar la logística hasta las cotas de desarrollo que se nos muestran para el futuro inmediato.
La inteligencia artificial puede que acabe desplazando a la natural. Parece inevitable. Roguemos por que tras la inteligencia artificial no llegue la emoción artificial y se cargue algo tan imprescindible como la gratitud.