Estamos aún con la resaca de las últimas elecciones municipales y autonómicas, que su resultado ha generado ríos de tinta acerca de las consejerías de igualdad, los puntos lila, y las medidas tomadas para fomentar la presencia de mujeres en niveles y órganos directivos.
Y sin solución de continuidad, estamos inmersos en otra precampaña electoral, donde sin duda alguna esta cuestión seguirá siendo una de las más polémicas en los debates y en las escaramuzas dialécticas de las diversas candidaturas.
Me declaro abiertamente feminista, y para que no haya malentendidos, comparto las dos definiciones de esta palabra, que da la Real Academia de la Lengua: “Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre” y “Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los ordenes del feminismo”. Las definiciones son claras, y por supuesto que nadie crea o haga creer, que el feminismo es el antónimo del machismo.
¿Nuestro sector es machista? No lo es más o menos que cualquier otro, y los problemas de género, son similares al de muchas otras actividades económicas. Deberemos seguir en la senda, ya iniciada en la mayoría de las empresas y organismos, de revertir la inercia y avanzar en superar los esquemas mentales y reales, de estereotipar nuestra profesión.
Según el INE, 9 de cada 10 trabajadores de sectores como el transporte, la albañilería, construcción o mecánica, son hombres; y en cambio las profesiones con mayoría de mujeres, son las relacionadas con la educación, la sanidad o el trabajo en el hogar.
En nuestro sector tenemos numerosas mujeres directivas en entidades y empresas logísticas, que además de sus tareas profesionales, se convierten voluntaria o involuntariamente en el modelo a seguir, de las jóvenes profesionales que se inician en nuestra actividad. Lo cual es perfecto, pero en este objetivo debemos implicarnos todos, mujeres y hombres, en todos los estamentos y niveles.