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Los puertos no tienen importancia

Hemos de reconocer que este sector, como he afirmado en varias ocasiones, engancha.

  • Última actualización
    25 noviembre 2021 15:15

Es como droga dura. A muchos profesionales de este mundillo llega a nublarles la visión del entorno. Tanta macro magnitud, tan cerca, acaba por confundir la perspectiva. El trabajo se pone por encima de todo, incluso de lo más sagrado: la propia vida privada. Los profesionales logísticos, en función de ese profundo amor que enseguida se le coge a este sector, viven una intensa pasión por su trabajo, por su puerto, por su universo logístico. Me consta que cada uno da todo lo que está en su mano para sacar adelante el puerto, el aeropuerto o la zona logística de cada cual. Tanto y tan intenso esfuerzo siempre ha ido ligado a un aumento de las posibilidades de éxito, es decir, de servir mejor a su área de influencia y crear puestos de trabajo, fijos, de calidad, con una línea de progreso sostenible y responsable.

Con esa pasión, en el horizonte se podría llegar a trazar una perspectiva de concreto progreso para todos. España podría aspirar a dejar de ser un país de camareros (mi profundo respeto a la profesión, siempre que sea una elección libre y esté pagada como merece). Creíamos que la opción de ser un país logístico, cuando España tiene una situación geoestraté- gica privilegiada, unas instalaciones de primera línea ya realizadas en su inmensa mayoría, y uno profesionales de primer nivel, era una opción inmejorable. Sobre todo, cuando cada día es más evidente, por fin, que sin logística no podemos vivir. Todo eso sería muy acertado y defendible si no fuera porque el peso de la política es cada vez mayor en nuestra logística. Esto, unido a que en lo único que están de acuerdo los españoles es en que sufrimos la peor hornada de políticos de nuestra democracia, tiene como consecuencia directa la puesta en peligro del óptimo futuro al que puede, y por tanto debe, aspirar nuestro sector.

Los que han de poner y quitar presidentes de puertos, presidente de Puertos del Estado, secretario de Estado o ministro, andan inmersos en su batalla principal: mantenerse ellos. Por tanto, qué importancia le van a dar a que les quiten un peón y les pongan un alfil, cuando ellos andan absortos en evitar el jaque y el mate. Los cargos en la logística no son sino casillas, vacías o llenas, donde ubicar sus peones. La partida está muy lejos de buscar más objetivo que ese: colocar o descolocar piezas propias y ajenas en función de los intereses cortoplacistas. Cuando hemos tenido cinco presidentes de Puertos del Estado en cuatro años, es evidente que muy serio esto… no es. Alguien hace experimentos con los puertos en vez de hacerlos con gaseosa, que para eso se inventó (pedazo de invento la gaseosa, por cierto).

En resumen, que me pierdo: los logísticos estamos todos equivocados poniendo tanto empeño en algo que, según parece, no tiene tanta importancia. Poner tanto y tanto durante tanto tiempo en defender nuestro sector debe ser una total equivocación, ya que nuestros amados políticos, gentes que están ahí para cuidar los intereses de todos, parece que consideran los puertos poco menos que calderilla. Monedas de cambio.

De lo que no hay duda es de que cuando un ministro o un presidente de Puertos dura dos días, alguien se ha equivocado: el que sale, porque lo debe haber hecho regular, o el que lo nombró, porque lo ha elegido fatal. Sobran culpables y equivocados. Lo que falta, porque ni está ni se les espera, es algún responsable. ¿Lo qué?