Voy a referir un hecho que dibuja muy bien cómo es el carácter exportador valenciano. Ocurrió en la época de la carga general anterior al container. La comarca de la Vall d´Albaida es más industrial que agrícola y en principio su fuerte era la fabricación de mantas. Hice varios viajes a dicha zona: Onteniente, Bocairent, Agullent, Albaida... en busca de carga, y logré hacerme clientes- amigos que son los más fieles. Entre ellos recuerdo a la firma Manuel Revert y Cía, de Agullent.
Le pedí a don Vicente Tortosa que me contase cómo comenzaron las exportaciones a Libia y muy amablemente me informó. Habían oído decir que en el norte de África se consumían muchas mantas, cosa que en principio no entendieron bien, dado que es una zona muy cálida. Nuevamente les explicaron que las mantas las usaban en las frías noches del desierto. Entonces pensó ir a Libia para tratar de vender mantas. Tuvo que volar desde Valencia a Barcelona, de allí a París y de allí a Trípoli. “Cuando llegué a Trípoli muy de noche, me hospedé en el único hotel que había. Al día siguiente luego de desayunar, me fui a ‘recepción’. Le enseñé al recepcionista mi muestrario de mantas y enseguida me comprendió. Me dio un pequeño plano de Trípoli y me subrayó una calle. Me fui a dicha calle y, efectivamente, estaba llena de tiendas que vendían mantas. Me paseé varias veces arriba y abajo para comprobar qué tienda tenía más compradores. Pronto comprobé que una tienda era la más importante de toda la calle. Entré, pero inmediatamente un árabe muy alto me cogió de los hombros y me sacó fuera a la calle. Volví a intentarlo dos veces más y volvió a suceder lo mismo. Comprendí que el momento no era oportuno con la tienda llena de compradores...
Me senté en la acera enfrente de la tienda. Yo notaba que el árabe muy alto, de vez en cuanto me miraba. Yo seguía esperando. El tiempo fue pasando, llegó la tarde. La gente se fue retirando de la calle. Comenzó la llamada a la oración desde el minarete de la mezquita cercana. Se vaciaba la calle. Entonces el árabe muy alto me llamó. Me sentó delante del mostrador e hizo que una empleada me trajera té y dulces que me supieron a gloria. Enseguida comenzamos a intentar hacer negocio ambos. Hablábamos idiomas distintos, el en árabe, yo en español, pero enseguida me di cuenta de que él tenía un gran conocimiento y experiencia sobre mantas. Me señaló algunas de mi muestrario. En un papel, apuntaba el número del muestrario y yo le ponía el precio en dólares. Luego me ponía las cantidades que necesitaba...”