Supongo que a todos ellos el confinamiento por el coronavirus les suena a imposición gubernamental, sin tener la capacidad mental suficiente para entender que, antes que todo eso, el encierro en nuestras casas es un ejercicio de responsabilidad y de solidaridad, es más, es un sacrificio de enormes consecuencias que se nos cuela por la taza del váter si seguimos abriéndole agujeros a la muralla que intentamos construir contra el virus.
Si esto ofende a este simple Suricata de a pie, imaginen la ofensa que comporta para quienes están actuando en primera línea en esta crisis: imaginen lo que es para el personal sanitario, poniendo sus vidas en juego; imaginen lo que es para el personal de los centros de alimentación, volcados para que no falten los artículos de primera necesidad pese al riesgo de contagio; e imaginen lo que comporta para los profesionales logísticos, volcados en estas horas en el denodado esfuerzo de dar soporte logístico a hospitales y supermercados para salvar vidas, garantizar la paz social y que no falte de nada a nadie, ni siquiera a quienes sólo piensan en su maldito ombligo. Enorme labor para tan ingratos personajes...