Mi primer crucero consignado es un recuerdo imborrable por cómo se desarrolló todo. Mi obsesión era que Valencia recibiera cruceros, que en aquel entonces -hace aproximadamente treinta años- prácticamente solo escalaban en Barcelona y Palma de Mallorca.
Averigüé que anualmente en USA se hacia el Seatrade Miami, que reunía a los principales armadores de cruceros de todo el mundo. El primer viaje que hice a Miami fue en 1996 y ya no dejé de asistir hasta 2014. El principio fue duro, no conocía a nadie. No obstante, logré que la Autoridad Portuaria de Valencia montase un stand (como lo tenían Barcelona y Palma), con lo cual comenzamos a mostrar el nombre de Valencia. Además, yo ya no estaba solo, nos acompañaba siempre una persona de la APV.
Pero vamos a centrarnos en la escala de lo que sería mi primer crucero.
A finales de marzo del año 2000 me llamó el comisario de la APV, don Rafael Llamas, para decirme que se esperaba un crucero el día 2 de abril de 2000 y que habían pensado recomendarme a los fletadores porque conocían mi interés por los cruceros. Por supuesto que acepté agradecido y encantado.
Me informaron que se trataba de una doble escala. El barco lo había fletado don Manuel Martínez, de Viajes Levante Tours, para una visita de una semana en Roma. El buque haría Valencia /Civitavechia/Valencia. Era el crucero “Vistamar”, construido en Unión Naval de Levante, en Valencia. El pasaje estaba completo. Y llegó el gran día. El atraque era en el muelle del Grao, Tinglado 2. El barco llegaba a las 10 horas. Mucho antes comenzaron a llegar autobuses llenos de gente, pasajeros con sus maletas, más familiares y acompañantes para despedirlos. Los autobuses aparcaban donde querían y el Tinglado 2 acabó llenándose de gente y autobuses.
“Fes-li una besada de la meua part!! Fes-li una besada de la meu part!!”
Cuando el barco atracó, a bordo pusieron una escala muy ancha y cómoda de subir. Yo subí el primero, pero detrás de mí empezaron a subir pasajeros con sus maletas, enseñando sus pasajes. El capitán, alarmado, me dijo que aquello era un escándalo y que el pasaje solo podía comenzar a subir cuando él lo ordenase, pero ya era tarde. El capitán no tuvo más remedio que organizar apresuradamente a los tripulantes para que acompañaran a los pasajeros a sus correspondientes camarotes. Desde a bordo, oíamos el griterío de los que estaban en tierra despidiéndose. El capitán seguía bastante cabreado y me dijo que en cuanto comprobasen el “all on board”, salían. Se tardó bastante en comprobar todo, tras lo cual finalmente pude despedirme del capitán. Llamó a Prácticos y bajé a tierra donde había un gentío enorme de acompañantes que despedían a los que estaban a bordo.
A mi derecha tenía una señora que gritaba muy fuerte : “Fes-li una besada de la meua part !! Fes-li una besada de la meu part!!” Y así varias veces. El problema fue que cuando el buque comenzó a separarse lentamente del muelle, la señora se acercaba peligrosamente al cantil para que su amiga que estaba a bordo la siguiera pudiendo oír. La tuve que coger del brazo y meterla hacia dentro. No me pude reprimir, y le pregunté: “Escolte. A qui ha de fer-li una besada ?” Me contestó: “A qui ha de ser, al Papa!!
Tuvimos varias reuniones en la Comisaría de la Autoridad Portuaria para planificar la vuelta. Todos estábamos de acuerdo que no podía repetirse el caos de la primera escala.
Volvió el “Vistamar”. Habíamos preparado con palés unos mostradores muy largos en perpendicular al muelle. Los autobuses estaban todos fuera del tinglado en línea y con rótulos de la localidad a la que pertenecían. Los pasajeros salieron del barco sin las maletas. La tripulación fue bajando las maletas y depositándolas en los mostradores, de donde los pasajeros las iban retirando y marchaban a sus autobuses, todo bajo un orden extraordinario.
El capitán, antes de salir, me felicitó por la segunda escala...