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Muros de hormigón

La decisión de la naviera Brittany Ferries de trasladar a Bilbao la línea que abrió en 2018 entre Santander y el puerto irlandés de Cork, en este caso con Rosslare como nuevo destino en Irlanda, ha desencadenado una agria,  innecesaria y estéril polémica en Cantabria, una comunidad autónoma de 581.684 habitantes en la que el puerto es su mayor industria y generador de actividad económica, riqueza y empleo. No en vano, cuando hace dos años se presentó la nueva línea Santander-Cork, el entonces ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, afirmó que la aportación del Puerto de Santander al PIB de Cantabria se incrementaría con la nueva línea del 10% al 10,25%.

  • Última actualización
    03 febrero 2020 19:16

Es por ello, que cualquier noticia que afecte a la actividad del Puerto de Santander, especialmente cuando es desfavorable, sea objeto de escrutinio público, de preocupación e incluso de acerada crítica por parte de los agentes sociales y políticos de la región. Y como ocurre tantas veces en esta comunidad que llamamos España, mirando de reojo a la casa del vecino: Bilbao, con su superpuerto y su pretendida vocación expansionista.

La prensa generalista sabe muy bien cómo explotar esta vena, este filón periodístico, esta mina de oro para los pocos kioscos de prensa que quedan ya en nuestros pueblos y ciudades, pero que multiplican los clics en las versiones digitales de los periódicos. “Santander arrebata a Bizkaia la ruta del ferry al puerto irlandés de Cork”, titulaba El Correo, la principal cabecera vizcaína el 16 de enero de 2018, cuatro meses antes de la puesta en marcha de la línea de Brittany  Ferries. “Santander acaba de arrebatar a Bilbao una de las rutas de ferry que más interesaban a las autoridades portuarias del norte peninsular”, comenzaba dicha información.

En las mismas fechas, el periódico gijonés El Comercio titulaba: “Santander arrebata a El Musel y Bilbao la ruta de ferry al puerto irlandés de Cork”. “Arrebatar”, según la primera acepción que recoge la RAE es “quitar con violencia y fuerza”.  Ni siquiera “quitar”, que según la RAE es “tomar algo separándolo y apartándolo de otras cosas, o del lugar o sitio en que estaba”, sería aceptable en este caso.

Ni antes ni ahora, nadie ha quitado nada a nadie, y muchos menos arrebatado. Convendría recordar, al menos al público menos familiarizado con la actividad marítimo-portuaria, que no son las Autoridades Portuarias quienes deciden qué barcos entran o salen, ni de qué puertos vienen o a qué puertos van. Son  las empresas quienes, en una economía de mercado como en  la que operan, toman su decisiones libremente en base a criterios exclusivamente empresariales y de eficiencia económica y operativa. No debe ser de otra manera. El caso de Brittany Ferries no es una excepción. 

Tras el traslado de la línea de Santander a Bilbao, al menos no ha habido ni un sólo reproche en Cantabria a la Autoridad Portuaria de Bilbao por su pérdida, centrando la prensa cántabra su discurso en la autocrítica local, aunque en su editorial “Mazazo Portuario”, El Diario Montañés dice que “Bilbao se ha llevado la prometedora línea que Brittany Ferries venía desarrollando entre Santander e Irlanda” y que Santander “ha sido derrotado por un competidor directo”.

Tal vez, el por algunos, sobre todo en  Bizkaia, denostado muro de hormigón que el Puerto de Bilbao construyó para contener la avalancha de inmigrantes ilegales hacia el Reino Unido en los barcos de Brittany Ferries, haya tenido algo que   ver en la decisión de la naviera bretona. En todo caso, únicamente ella está legitimada, que no obligada, para explicar su decisión. No levantemos más muros de hormigón que los estrictamente necesarios para resolver problemas. Y no para crearlos.