Ya sé yo que hay que mirar de dónde vienen las inversiones, que no todo tiene que ser recibir a lo loco y tirar adelante como si nada... Si un día cualquiera nos levantamos con la noticia de que un inversor está realmente interesado en adquirir nuestro negocio en parte o en su totalidad, seguramente nos detendremos a analizar la situación para poder hacer una valoración de la oferta que nos ayude a tomar una decisión.
Entiendo que hay quien suspira porque venga un magnate y te compre el negocio a pelo y por lo que le pidamos. Pero todos sabemos que eso pasa pocas veces y, si pasa, es porque existen unas condiciones concretas y específicas.
Conozco empresarios que se han negado en redondo a vender su empresa, incluso a la vista de ofertas que harían temblar la más firme de las convicciones. Uno de ellos me explicó que no sabía muy bien por qué había rechazado la propuesta, pero tenía la satisfacción de que si existía tantísimo interés por su empresa es porque había creado un modelo de éxito y con un excelente futuro por delante, y eso le era suficiente como para seguir al pie del cañón todos los días, todo el tiempo que fuera necesario.
Hasta aquí todo es legítimo y comprensible. Ahora bien, lo que raya el ridículo es salir a vender, encontrar al comprador y acabar la jugada con un moonwalker digno de Chiquito de la Calzada (DEP). No, no está bien.
Está claro que no todo vale, que no todo se puede vender y que tiene que existir una normativa rigurosa en muchos ámbitos que debe cumplirse a rajatabla. Pero cuando todo es correcto, cuando se cumplen estrictamente todas exigencias impuestas y se busca y consigue una inversión, no hay razonamiento humano que explique un rechazo posterior.
Hablamos muy friamente de inversiones, pero creo en general no se alcanza a comprender qué es lo que hay detrás: movimiento económico, generación de empleo, riqueza y prosperidad.
La vicepresidenta del Gobierno Valenciano, Mónica Oltra, está realizando esta semana un viaje institucional a China donde, según sus palabras, hay que “posicionar a la Comunitat Valenciana en China y demostrar que somos referencia para recibir inversiones”...
¡Mucho cuidado!, digo yo. Cuidado porque corremos el peligro de estar vendiendo humo. Podemos sembrar de ilusión el Extremo Oriente en su afán por seguir dando pasos en Occidente, podemos construir puentes y estrechar lazos y, a la hora de la verdad, hacer un David Copperfield y desaparecer del mapa.
La compañía COSCO es perfectamente consciente de la incertidumbre que ha generado el partido político de Mónica Oltra con la Ampliación Norte del Puerto de Valencia. No ha tenido que ir nadie a China a contárselo, porque ellos ya están aquí y saben perfectamente que el recinto portuario valenciano está marcado en amarillo como lugar de “incertidumbre e inestabilidad política”, dos de los principales enemigos de cualquier inversión.
Esta misma semana se ha conocido que el gobierno griego no ha aprobado una propuesta de COSCO para ampliar su terminal de contenedores en El Pireo, limitando el proyecto de inversión a una alternativa para la construcción de hoteles, un puerto para cruceros y otros asuntos menores.
China no se va a quedar con los pies quietos y no hay que descartar que esa inversión rechazada se derive hacia cualquier otro lugar en el que sea bien recibida. Seguro que no faltan pretendientes.