De entre todas las enseñanzas que nos está dejando la pandemia, hay una que puede ser definitiva. Efectivamente, hemos descubierto que las cosas se pueden hacer de otra manera, que muchas de las rutinas sagradas a las que fiábamos el éxito de nuestra gestión, se han transformado en distorsionadoras de la eficiencia.
¿Quiere decir esto que vamos a vivir una transformación integral de modos y costumbres en los ámbitos sociales y profesionales? Lo dudo.
Nos acostumbramos muy rápido a lo bueno, pero también somos resilientes y capaces de manejarnos con solvencia en la adversidad. Sin embargo, como la gran mayoría del reino animal, somos capaces de recordar dónde está lo realmente bueno y no tardaremos en buscar los caminos que nos devuelvan a ese estado.
Puede ser que la gran diferencia respecto a los animales es que ellos, a los que consideramos criaturas poco inteligentes y con cerebros escasos, son capaces de aprender de lo vivido para no repetir experiencias traumáticas… y a nosotros nos va la marcha.
En cuanto sea posible, y repito que será más pronto que tarde, vamos a tratar de regresar a lo que considerábamos nuestro estándar básico de confort
En cuanto sea posible, y repito que será más pronto que tarde, vamos a tratar de regresar a lo que considerábamos nuestro estándar básico de confort. Por supuesto, incorporaremos a la nueva realidad algunos de los elementos que nos ha impuesto la pandemia, pero tengo la seguridad de que nos quedaremos con aquello que realmente consideramos bueno o útil; las incomodidades no nos van.
En este contexto de optimismo inexplicable en el que hoy estoy instalado y del que están brotando estas líneas como brotes verdes en un sembrado marrón oscuro, casi negro, presiento que ya se están calentando los motores ante la proximidad imaginada, quizás hasta irreal, del inicio de la recuperación.
Esta situación que vivimos nos ha privado de muchas cosas, demasiadas. Pero también nos ha permitido recordar qué es lo verdaderamente importante.
Entre otras muchas cosas, personalmente echo de menos los momentos en la riba; esos minutos muertos contemplando la magnífica danza de los contenedores subiendo y bajando a velocidad de vértigo; las sirenas de las grúas, el trasiego de camiones, la actividad de las personas, el bullir intuido del interior de las oficinas, el inconfundible olor de los muelles, el tacto de los elementos sobre el rostro…
Todas estas sensaciones, que hace años estaban reservadas a unos pocos privilegiados con acceso a los espacios portuarios protegidos, están cada vez más al alcance de todo el público en general gracias a las numerosas actuaciones que desde hace años se están desarrollando en materia de relación puerto y ciudad.
Puedo afirmar rotundamente que en los últimos 25 años se han transformado radicalmente la mayor parte de las fachadas marítimas de las ciudades portuarias españolas, pese a que muchos se empeñen en decir justo lo contrario.
Es momento de comenzar a decir verdades sobre este asunto. Por este mismo motivo, y porque como decía antes nos va la marcha, nos hemos embarcado en www.puertoyciudad.com. Les espero a todos en nuestro Desayuno Informativo del próximo jueves sobre la creciente importancia de la relación puerto-ciudad para explicarlo todo un poco mejor.
Pueden inscribirse gratuitamente desde AQUÍ.
Les espero.