Resulta enternecedor cuando la Administración actúa como dios la trajo al mundo y se nos aparece libre de comprensión, proactividad, agilidad, flexibilidad, capacidad de escucha, voluntad de consenso, empatía, comprensión y, sobre todo, libre de tanto trampantojo culmen del politicorrectismo.
Amamantados en el tópico larrista del vuelva usted mañana, esta sana política de ahora a veces nos sabe lo mismo mismito que los Donuts postmodernos, las galletas Príncipe postmodernas, las empanadillas La Cocinera postmodernas y la Cristalmina, es decir, nos sabe a nada porque es obvio que algo que parece agua no puede curar. ¿Cuántas veces me he referido a esto mismo en esta columna? Cuando uno se destroza las rodillas como nos las destrozábamos, lo único que nos parecía que podía funcionar era algo tan aparatoso, tan denso y tan contundente como la mercromina, lo mismo que para merendar sólo concebimos aquellos donuts, aquellas galletas de chocolate y aquellas empanadillas potentes y contundentes de antaño, en la actualidad pervertidos y pervertidas por fórmulas mejoradas que sólo desvirtuan y, por supuesto, ni de broma adelgazan.
Con la política es lo mismo. Igual que cuando en estos días nos sorprendemos comiendo un bollo y, de pronto, notamos el subidón de las grasas poliinsaturadas o como demonios se llamen y se nos llenan los ojillos de lágrimas, lo mismo la nostalgia nos desconcierta cuando en estos mismos días una Administración a pecho descubierto nos arrea -con ese aplomo de quien se considera tenedor de la sartén y su mango- una buena bofetada de incomprensión, de burocracia, de lentitud y de inmovilidad.
El último caso los hemos visto con la Dirección General de Transporte Terrestre y las subvenciones a la formación. Es conmovedor. Qué rectitud están mostrando obligando a que los cursos y jornadas de formación en plena pandemia sean 100% presenciales y todo porque... porque... porque... es lo que pone en la convocatoria... Y punto.
Qué serios estos amigos de la formación en el Ministerio de Transportes, qué pulcros y que ortodoxos en la religión del “o tomas o lo dejas”.
El objetivo inamovible es que haya más de 30 tíos y tías sentados con su culo en una sala
El objetivo inamovible es que haya más de 30 tíos y tías sentados con su culo en una sala. Da igual el coronavirus, da igual las normativas de confinamiento, da igual que el miedo haga que ahora mismo la gente rehuya este tipo de eventos, da igual que las entidades no logren cubrir el mínimo de asistentes físicos, da igual que la Dirección General por esta razón les retire la subvención, da igual que también por esta razón les penalice al año siguiente cuando vuelvan a presentar la solicitud para su obtención, da igual el riesgo de que los cursos se pierdan, de que la formación se pierda y que muchos puestos de trabajo se pierdan, sobre todo en las entidades serias que prestan programas de formación serios.
Y da igual sobre todo cuando a lo mejor sólo hay veinte personas en la sala, incumpliendo el mínimo, pero resulta que detrás hay 600 ó 700 profesionales con rostro y auriculares conectados telemáticamente, desde cualquier parte de España, salvando la distancia kilométrica y, sobre todo, la distancia de la pandemia.
Pero “no se valen”: no lo pone la norma. Una pena, ¿verdad? Y miren que sería facilísimo aprobar una orden ministerial, adaptar con celeridad la normativa de ayudas a la nueva realidad, responder a las necesidades del momento y a la tecnología del momento. Pero no, mejor taparse los ojos y, eso sí, freir los cursos a inspecciones, tan necesarias como, por cierto, más numerosas que nunca (?).
Han prometido, es verdad, analizar posibles cambios en futuras convocatorias.
Y tan futuras. Para la nueva convocatoria de 2020 tampoco han variado una coma.
Qué “gustazo” que sigan quedando en este país funcionarios como los de antes.