Hoy vamos a hacer clase de repaso, sobre todo para refrescarnos conceptos y afianzar mutuamente todo aquello que, a menudo, por culpa del nerviosismo, la imprevisión y la impaciencia se nos olvida o distrae, sin mencionar a los que viven de confundirnos, que los hay.
Iniciemos esta puesta en común con una máxima fundamental que debemos seguir grabándonos en el frontispicio de nuestro quehacer diario: “El conflicto de la estiba NO ha terminado”.
No hagan caso ni a su abuela, ni a su tía y mucho menos a la tele o a la prensa generalista. El conflicto sigue, jamás se fue, por no decirles una ocurrencia añadida que tiene gran parte de verdad: no se fue porque ¿acaso realmente empezó? ¿No será que está aún por venir en toda su dimensión?
Sea como fuere, profundicemos en el asunto de la mano, si me lo permiten, del lenguaje bélico.
Configurando la liberalización de la estiba como una guerra, convendremos que la primera gran batalla se dirimió en Luxemburgo y tuvo como vencedor al Gobierno de España al detonarse la liberalización de la estiba que, seamos sinceros, prendía los anhelos de OPPE pero no resolvía nada. El gato seguía sin el cascabel.
La segunda gran batalla cayó del lado de los estibadores, tras hacer decaer la mayoría parlamentaria en marzo de 2017 el primer real decreto de liberalización, llevado al Congreso por el ministro Íñigo de la Serna. Tampoco resolvió nada.
La tercera batalla convendrán conmigo que se desató con el segundo real decreto de liberalización llevado al Congreso, donde el Gobierno salió triunfante y donde perdió mucho el sindicato, dadas las nuevas líneas rojas definidas, y también las empresas, por cuanto dicha batalla tampoco puso fin a la “guerra”, sino que aplazó muchas de las cuestiones en liza, dibujando el nuevo convenio colectivo como frente de batalla.
Además, a partir de ahí se inició un tregua más que forzada con patronal y sindicatos afilando las armas a la espera de entrar en materia convenial y siempre retenidos a la espera de resolver una infinidad de escaramuzas con la Administración por la vía de los distintos reales decretos que le tocó resolver al nuevo Gobierno, sin olvidar cómo se sumó Competencia a la batalla como tercer frente y buscando con el TJUE una alianza, si bien en este caso Luxemburgo prefirió declararse neutral.
Los sindicatos siguen retrocediendo posiciones, pero ahora pasamos del ámbito nacional al ámbito local, nos adentramos ahora en la guerra de guerrillas
El caso es que los últimos reales decretos del Gobierno permitieron desencadenar la cuarta gran batalla, la del V Acuerdo Marco, a punto de finalizar y donde de nuevo los sindicatos van a ser sin duda los más derrotados, más que nada porque las cargas de profundidad de la CNMC en pos del libre mercado y la libre competencia siempre van a favor de las empresas, que no han tenido reparo en esta última batalla de aceptar el dar pasos hacia atrás sabedoras de que, a continuación, de un puntapié Competencia lo iba a situar todo adelante, allá donde debía estar.
En cualquier caso, tampoco el V Acuerdo va a poner fin al conflicto. Los sindicatos siguen retrocediendo posiciones, pero ahora pasamos del ámbito nacional al ámbito local, nos adentramos ahora en la guerra de guerrillas, del barrio a barrio, puerta por puerta, puerto por puerto.
Aquí se mezclará lo general con lo concreto, multiplicados pero troceados los frentes, en un devenir natural del conflicto donde por fin todos los portuarios descubrirán dónde hemos ido a parar, una fase esta última aún de sudor y lágrimas para todos, cruzando los dedos para que, al final, además de liberalización sigamos teniendo plena competitividad.