Para quienes nos pasamos la vida sorteando a los depredadores merced a la discreción, los alaridos nos escuecen en los oídos.
No los justificados, no los desahogados, ni tan siquiera los extemporáneos. Todo es disculpable, todo menos la demagogia pancartera de usar y tirar, del cortoplacismo fast food y del lugar común. Lamentablemente hoy es muy fácil berrear con estas armas y que tiemble cualquier cimiento, pues el eco de estas voces, es decir, el pueblo llano, seguimos siendo tan influenciables como variable es nuestro espíritu y nuestro ánimo, siempre a merced del pánico. Ya hablemos de un gobierno, una asociación o de, por ejemplo, un sindicato mayoritario, siempre hay corderos amamantados que se tornan en lobos que huelen la sangre. A menudo olvidan quién les llevó hasta donde han llegado, un súmum inimaginable para cualquier otro. Corta memoria.