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Lo que el tiempo cura

No hay que ser un lince para saber que tanto el conflicto de la estiba que se vive en Bilbao, como el más que inminente paro que se va a vivir en los muelles valencianos en la primera parte del mes de noviembre, no son más que dos piezas de un puzle mayor que, además, presenta una solución bien complicada, por no decir imposible.

  • Última actualización
    21 octubre 2020 13:57

No voy a ser tan chusco como para obviar la problemática particular de cada puerto, que la hay, pero despejando las equis de cada ecuación nos encontramos que para resolver la incógnita no queda otra que utilizar una fórmula común.

Durante años se ha utilizado la estrategia del tiempo. Las tramitaciones normativas, la burocracia infinita y las negociaciones en torno a todo han acabado por eternizar cuestiones siempre con la certeza de que el tiempo es el mejor aliado porque todo lo matiza, todo lo filtra...

Sin embargo, nos encontramos ahora con que el tiempo se va a convertir en el peor aliado a la hora de afrontar un problema. La cuestión de la estiba en nuestro país va a dejar de depender del paso de los meses o de los años más pronto que tarde.

El sistema portuario español no puede ser ajeno a las tendencias del mercado y a la realidad que se impone en todos los ámbitos, tanto desde el punto de vista de los flujos comerciales como desde el lado de la operativa y la gestión del lado tierra, que es donde se encuentran los problemas del lado mar.

Es imposible seguir dando la espalda a la automatización cuando sabemos que se va a seguir imponiendo como un rodillo del que es imposible escapar. Hay mucho matiz, lo sé, pero no es menos cierto que el futuro pasa exactamente por ahí, no por otro lado.

Olvidamos que el futuro de la estiba en todo el mundo, a diez años vista, no tiene otra senda que es la que ya se ha iniciado en prácticamente todos los sectores de la actividad industrial y productiva 

Quizás el problema lo tenemos al tratar de demonizar las nuevas tecnologías. Se alerta del peligro que supone la automatización cuando se pasa alegremente a la robotización y se prescinde de las personas. Es una evidencia. ¿Descartamos entonces afrontar cualquier tipo de mejora en este ámbito? ¿Damos por hecho que es imposible recualificar a los profesionales para que sean capaces de afrontar otro tipo de tareas? Está claro que no es posible un cambio de roles al 100% y que habrá damnificados. Se trata de minimizar ese impacto.

Olvidamos con frecuencia que en el mercado en el que desarrollamos nuestra actividad estamos sometidos a la dictadura de la rentabilidad, medida siempre en términos de eficiencia y de reducción de costes. Si no entramos en esa ecuación estamos condenados a desaparecer en un breve periodo de tiempo. Eso es así.

Olvidamos que el futuro de la estiba en todo el mundo, a diez años vista, no tiene otra senda que es la que ya se ha iniciado en prácticamente todos los sectores de la actividad industrial y productiva. Toca reinventarse, pero toca hacerlo sabiendo que cada vez tenemos menos tiempo y que, por lo tanto, el paso de los años ha dejado de ser un alivio para convertirse en una losa que pesa más a cada momento.

Saldremos del paso, como siempre, y buscaremos soluciones efímeras a problemas eternos, pero llegará un momento en el que el propio mercado nos va a obligar a cambiar.

El poco tiempo que nos queda podríamos dedicarlo a negociar cómo va a ser esa transición o a cuántas generaciones va a afectar, pero dando por hecho que el cambio es inminente… y necesario.