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Ahí os espero

La pandemia nos está dejando escenas insólitas. Algunas, difíciles de digerir y de procesar, con el estómago y con la mente, por su crudeza, por su ilógica, por su total y descarnada descontextualización. Como uno de tantos símbolos de esta tragedia que quedarán para el recuerdo, me viene ahora a la memoria la fotografía del Palacio de Hielo de Madrid que publicó hace unos días el diario El Mundo.

  • Última actualización
    21 abril 2020 09:06

Donde hasta hace unas pocas semanas, niños y jóvenes, y los ya no tan jóvenes, se divertían patinando, jugando al hockey o aprendiendo a hacerlo, se “almacenaban” ordenadamente los féretros de los muertos, los caídos en esta batalla frente al coronavirus donde el enemigo ataca a la víctima desarmada y por la retaguardia.

Y para acrecentar aún más si cabe la sensación de angustia y de desasosiego,  la misma fotografía añadía (quiero creer que sin pretenderlo) un detalle todavía más lacerante. Tras los féretros perfectamente alineados, en la publicidad de la valla que rodea la pista de hielo, puede leerse: “Celebraciones. Cumpleaños”. Macabra coincidencia. O tal vez un tiro de fotografía “equivocado”. A saber...

Cierta vez, escuché decir, ¿o tal vez leí?, a un escritor cuyo nombre ahora no recuerdo, que no existe trago más triste y doloroso que la muerte de un niño en verano, con el cortejo fúnebre portando su pequeño ataúd blanco  hacia el cementerio en una tarde limpia y soleada, cuando parece que la vida más refulge, con los cantos de los pájaros como improvisado coro en el último adiós.

Lo mismo que el Palacio de Hielo de Madrid se hizo para la diversión, y el verano para celebrar la vida, los recintos feriales se hicieron para los negocios, sí; para celebrar relaciones, acuerdos, alianzas, y uniones entre empresas, también. Pero, sobre todo, se hicieron para celebrar la vida entre personas, que somos quienes en verdad damos vida a las empresas; quienes hacemos posibles las relaciones, acuerdos, alianzas y uniones; entre empresas, de acuerdo, pero, sobre todo, y por encima de todo, entre personas.

Por ello, otra de las imágenes que perdurarán de esta pesadilla que ahora soñamos despiertos es la del pabellón ferial de Ifema convertido en hospital para atender a los enfermos de la pandemia. Allí donde debiera haber apretones de manos, palmadas de afecto, abrazos de reencuentro  y de despedida, un brindis por un contrato o simplemente porque sí, porque-nos-da-la-gana, ahora  el contacto está prohibido y la distancia es la máxima regla a observar. So pena de caer en las estadísticas diarias de bajas y fallecidos.

Tengo la inmensa suerte de que me gusta lo que hago, de que disfruto mi trabajo, de que estoy encantado de formar parte de un colectivo de profesionales con el que he compartido y seguiré compartiendo muchos momentos y experiencias, profesionales y personales, en tantos y tantos lugares de todo el mundo, sobre todo gracias a las ferias, y no me resigno a que este p... virus nos robe nuestro espacio de encuentro, nuestra oportunidad para preguntarnos cara a cara por nuestros trabajos, por nuestras empresas y por nuestras familias; para darnos la mano, un abrazo, para hacer un brindis porque sí, porque-nos-da-la-gana. 

Dicen (los agoreros), que el coronavirus será el fin de las ferias. Se equivocan. Nos vemos en la próxima. Cuando nos dejen. Ahí estaré. Os espero.