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Optimistas, pesimistas, inocentes, ignorantes, ilusos y encasquillados

  • Última actualización
    16 abril 2025 05:20

En tiempos de incertidumbre, justo cuando menos fiabilidad existe a la hora de anticipar el futuro, más nos obsesionamos con saber lo que va a pasar, y eso que ni siquiera sabemos lo que está pasando.

Aún así, hasta en los tiempos de mayor estabilidad, la información tiene tanta importancia como, sobre todo, tomar verdadera conciencia de ella, un ejercicio personal que tiene como principal enemigo nuestra zona de confort, que creemos que vive alimentada por nuestros actos y renuncias, cuando realmente su líquido vital son nuestras ideas y principios, esos que ni siquiera somos capaces de transmutar ni cuando los castillos se están desmoronando ante nuestras mismas narices.

Esto es lo que solemos denominar “asumir la realidad”, un ejercicio que vale para cualquier momento de nuestra historia, sea cual sea el devenir, sea cual sea la coyuntura.

Asumir la realidad ante el cambio o un supuesto/posible cambio no es fácil, a veces porque, es obvio, no nos gusta lo que vemos/anticipamos, pero a veces, aunque nos gustaría, y mucho, nos vence el miedo, el desconocimiento, el exceso de información, la inexperiencia, la arrogancia, la inseguridad, el orgullo, el idealismo, el perfeccionismo, la obcecación, la obsesión, la envidia, la incredulidad, la inercia, la tradición, el gregarismo... y así podríamos seguir hasta el infinito identificando amenazas que terminan por dibujar ese perfil que nos cuesta tanto reconocer que es el del “encasquillado”, también conocido como “encastillado” y que juzga la realidad siempre desde la tendencia favorable de las grandes ideas preconcebidas y asentadas, desde los discursos proverbiales y ampliamente demostrados, sin dar nunca esa oportunidad al cambio, porque, insisto, el cambio no es cuando se produce, el cambio es cuando nos lo creemos, algo que suele suceder tarde, a veces con consecuencias irreversibles, a veces tras haber perdido un tiempo precioso para adaptarnos y/o aprovechar los beneficios.

El cambio no es cuando se produce, el cambio es cuando nos lo creemos,

Vivimos en un sector como el logístico que, a su vez, posee una particular idiosincrasia que alimenta aún más si cabe estas circunstancias, pues muchas de sus realidades conforman problemáticas pétreas de trayectorias históricas e irresolubles y tan anquilosadas que no pueden generar más que esas concepciones encasquilladas.

Además, en un sector de servicios y de operaciones físicas como el logístico, da igual que determinado eslabón se haya transformado si a su alrededor no cuenta con entes que crean en esa transformación y que aporten actividad para que el cambio quede palpable a los ojos de todos.

Mientras tanto, en el día a día se vive cómodamente en el peligroso paraíso alienante de los lugares comunes, donde el ferrocarril es ineficiente, los servicios paraduaneros un desastre, el gobierno sordo, el director general un dedazo imberbe, aquella feria un globo pinchado, aquel puerto un quiero y no puedo y así sucesivamente hasta que las cosas cambian o se matizan, que es incluso más interesante, y nos encontramos que la mayoría seguimos congelados entorpeciendo el deseado cambio. Por cierto, tampoco a veces funciona la manida pedagogía, puesto que en el mundo de los encasquillados los reyes son los sordos.

Siempre hay gente brillante que con media sonrisilla se le escapa un discreto “las cosas están cambiando” al tiempo que da los primeros pasos e incluso están los que se anticipan al cambio y cobran ventaja de forma admirable.

El resto debemos seguir luchando contra los prejuicios y las imágenes preconcebidas y, eso sí, tampoco estamos para comulgar con ruedas de molino. Mentes limpias sí, pero no idiotas.