Son los peores, sin duda, porque es difícil verlos venir y no los detectas hasta que los tienes dentro. Porque si algo tiene este tipo de personaje es una capacidad sibilina para estar y dejar de estar, para rajar en foros reducidos o con un perfil intelectual controlado y ocultarse cuando el aforo se amplía.
Hay algo interesante en las redes sociales y es esa capacidad que tienen para mostrar al mundo ese otro yo de muchas personas cuya escasa interacción personal hace que tengan que manifestar su parecer y exponer su magisterio al espectro digital... sin que nadie se lo haya pedido, por cierto. Lo que no acaban de comprender estas personas es que conforme incrementan su doctrina en las redes disminuyen exponencialmente sus posibilidades de encontrar trabajo en un mercado en el que, por desgracia, se va a tener muy en cuenta una opinión o actitud disonante antes que un brillante expediente académico.
Hay que reconocerlo, la mayor parte de los empresarios buscará para sus estructuras personas con perfiles destacados en algunos ámbitos, pero poco significados en otros muchos asuntos que puedan ser más “espinosos” desde el punto de vista de las relaciones sociales o personales. Dicho de otra forma, huyen como de la peste de las personas que no son “políticamente correctas” o que no concuerdan con el orden establecido, por muy rancio y obsoleto que pueda llegar a ser ese orden.
En el ámbito de la logística encontramos de todo, ya no el entorno privado, sino en el relativo a los cargos de representación pública, pero tradicionalmente ha predominado un perfil casi neutro para designar, por ejemplo, a las personas para las presidencias de las autoridades portuarias, donde hemos encontrado mucho currante de base cuya trayectoria y fidelidad debía premiarse con un cargo.
Cuando se ha optado por escuchar las opiniones de los empresarios, cuando las comunidades autónomas han renunciado a las presidencias las de autoridades portuarias como regalos o reconocimientos póstumos o cuando se ha apostado por personas expertas y con una clara vocación de gestionar por encima de intereses particulares o de partido, nos hemos encontrado con voces preclaras y opiniones a tener muy en cuenta, por encima del famoso “orden establecido”.
Es esta diversidad la que enriquece y posibilita el crecimiento. El intercambio sensato y respetuoso de opiniones facilita que las personas nos cuestionemos nuestras propias ideas y que seamos capaces de enriquecernos con las aportaciones del resto. La humildad debería ser un principio básico para conversar con cualquiera. Iniciar un diálogo desde las alturas, la prepotencia y la supuesta autoridad otorgada por un cargo, no es más que un síntoma de bajeza moral y falta de criterio.
Aplaudo las declaraciones públicas del presidente de la Autoridad Portuaria de Bilbao, Ricardo Barkala, en las que cuestiona el modelo de gestión de puertos en España, como también defiendo las opiniones que se han vertido en la encuesta para definir el nuevo marco estratégico de los puertos del Estado. Ni entro ahora, ni pienso hacerlo, en valorar cuál es la opinión que me parece más acertada, simplemente defiendo la necesidad de que cada cual se exprese sin temor a ser disonante, que ya es bastante.