Hemos de reconocer que votar, votar, lo que se dice votar, en el sector logístico se vota muy poco. Lo que se lleva es aclamar, asentir y si me apuran aplaudir. Al fin y al cabo, las elecciones que año tras año se celebran de forma recurrente para renovar las presidencias de las asociaciones logísticas se sustancian abrumadoramente con candidatos únicos.
Más allá de las dificultades reconocidas para encontrar interesados, la otra razón de esta circunstancia es la obsesión por confomar una candidatura única desde el convencimiento de que así se evita dar imagen de fractura y, lo más significativo, se busca que, en el fragor, los bandos en liza no se infrinjan daños que deriven en heridas internas de difícil cicatrización. Ahora bien, ¿acaso este empeño no nos sustrae el debate y, lo más, importante, el enriquecimiento que de él emana? La demanda de unidad, loable y hasta necesaria, tiene sentido a partir de la proclamación del presidente electo, pero en la fase de candidaturas sólo es afán por controlar y por opacar en defensa del candidato oficial, que es curioso que cuando hay debate y varios candidatos -lo hemos visto esta semana- no tiene por qué ganar. Por algo será.