Diario del Puerto cumplió 32 años el pasado miércoles. En esta ocasión no subrayamos la fecha, influenciados, en parte, por lo eclipsadas que han quedado todas las efemérides, ante la rotundidad del primer aniversario de la tragedia de la DANA.
No soy de celebrar las efemérides personales. El aniversario de Grupo Diario sí gustaba de saborearlo, en mayor o menor medida. Lo que siempre ha sido para nosotros una fecha cargada de recuerdos, emoción, orgullo y sonrisas, ha quedado embarrada de pena y rabia, pena por todos los damnificados y rabia por los que no hicieron todo lo que estaba en su mano para mitigar los daños.
Al recuerdo de aquellos paseos por nuestra primera sede, con la primera edición de Diario en las manos, en aquel 29 de octubre de 1993, se suma ahora el recuerdo de aquella comida de Propeller Valencia, el 29 de octubre de 2024, con Antonio Llobet como invitado, en la que los socios con instalaciones en la zona destruida empezaron a marchar antes de tiempo a raíz del goteo de llamadas alarmadas y alarmantes. Había, en aquella comida, muchos responsables de empresas que sí dejaron la comida en cuanto vieron cómo aumentaba la capacidad destructora de la climatología. No hubo, por supuesto, sobremesa. Todos acudieron a sus puestos de mando. A ver qué se podía hacer. Sus trabajos, sus empresas, sus compañeros estaban pasándolo mal y nadie dudó de que había que ponerse en contacto con ellos, real, continuado, cuando no directo, para mandar que se protegieran, para ordenar sitios donde resguardarse, para luchar por ellos de una forma tan sencilla como eficaz: mediante la prevención que les fuera posible activar. Las empresas del sector de Albal, Catarroja, Riba-roja, Alfafar... tuvieron bajas entre sus equipos, pérdidas ingentes, instalaciones destruidas. Un año después las empresas logísticas afectadas se han ido recuperando, poco a poco. La clave está en que los empresarios y directivos de esas empresas, junto con sus equipos humanos, se pusieron de inmediato a levantar lo caído, a limpiar lo ensuciado, a superar lo trágico y a reforzar los pilares, filosofías y fundamentos de su empresa. Y pudieron hacerlo porque trabajaban ligeros, con prisa y sin pausa, gracias al impulso que les daba el saber que habían hecho todo lo que estuvo en su mano para minimizar daños. No han tenido otro norte que salir adelante, otra vez, levantase, limpiar, ordenar, reparar y... volver a empezar.