Las vicisitudes asociativas de las últimas semanas vuelven a poner de manifiesto qué lejos estamos aún profesionales y organizaciones de asumir que en la pura esencia de la logística está como cualidad fundamental la colaboración y que cualquier éxito que carezca de ella es puro espejismo.
Y no sólo colaboración para cumplir los fines operativos más puros y competitivos, sino colaboración para salvar los miles y miles de obstáculos físicos y, sobre todo, normativos y burocráticos, también insertos en el ADN de la logística.
Las décadas nos han demostrado, además, que no colaborar está en la raíz más profunda y dañina del subdesarrollo logístico, hasta el punto de que el esfuerzo más loable, más intenso, más fundamentado, más acertado y más justificado en logística está condenado al fracaso si se va por libre.
Por cierto, esto tiene poco que ver con quijotes y quijotismos. Los pioneros, los soñadores y los valientes han sido y seguirán siendo parte fundamental de este sector. Ahora bien, por libre no se va a ninguna parte, si bien la madre del cordero estriba en cuando a todo esto se ha venido uniendo el actuar con afán de protagonismo, con cierto egoísmo y con una obsesión competitiva trasnochada y caduca.
Es hora de asumir que esto del mundo asociativo no va de afanarse por rellenar la pared de trofeos ni de ofuscarse por amontonar en la pechera medallas. Ya está bien de tanta obsesión por quién se la cuelga. Dejemos de perder el tiempo en discutir quién pisó primero América, quién holló antes que nadie el Everest o quién documentó el primer marsupial bicéfalo. Es más, si algunos de estos profesionales u organizaciones obviaran sus incompresibles inseguridades y entendieran hasta qué punto el conjunto del sector y quienes lo componen reconocen su labor, en muchos casos de largos años, tal vez comprenderían el profundo desconcierto que genera que cualquier invitación a la colaboración y al compartir generosamente posiciones en beneficio del bien común se vea boicoteada por esa sensación de que, a veces, es mejor un sector que no mejore que un sector que mejore gracias a otros, o lo que es peor, que un sector que mejore gracias a un colectivo del que incluso formo parte, pues no se admite el protagonismo compartido, que se entiende como protagonismo diluido porque no es protagonismo único, como si los demás fueran indignos de trabajar en pos del sector.
Y yo entiendo este sentimiento porque hace décadas aquí hacía mucho frío, aquí la logística la defendían cuatro sacrificados frente a una Administración heredera de los tiempos del oír ver y callar. Pero es que eso no sólo ya pasó, sino que debería haber otorgado la seguridad y la madurez suficiente para que en este mundo asociativo se estuviera por encima de estas pequeñeces que, si siguen tan presentes, es porque no termina de asumirse que se trabaja no para alimentar la gloria personal, ni siquiera para beneficio del colectivo, sino para el beneficio de todo el sector.
Ya está bien de batallas individuales, de guerrillas de eslabón. Sólo ganamos si ganan todos. De ahí la colaboración, de ahí la generosidad y de ahí que, mientras seguimos ensetados con tanta asociación por centímetro cuadrado, las organizaciones transversales empiezan ya a abrirse paso en el sector logístico como hub que aglutina sensibilidades y que distribuye consenso, unidad y, como primer objetivo, humildad.
Esta tendencia es irrefrenable y es verdad que está siendo respondida con vehemencia y contundencia, pero no es más que el síntoma de que se cabalga, por cierto, con la mano tendida y agradecida: ¡Honor siempre a quienes nos precedieron y toda la suerte para quienes toman el relevo!