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Recuerdos

  • Última actualización
    01 octubre 2025 05:20

Pasan por mi mente recuerdos de mi vida profesional que hoy voy a reflejar.

AMARRADORES

Hace muchos años los amarradores en el puerto eran independientes y habría lo menos 6 ó 7. Traté de conseguir el mejor y llegué a la conclusión de que era Fernando, el padre de Próspero, con el que llegué a un acuerdo satisfactorio para ambas partes. Una noche de muy mal tiempo estaba yo esperando un granelero en el muelle, creo recordar en el Espigón del Turia lado Norte. El barco se acercó lentamente proa al muelle y desde el castillo le lanzaron la sisga a Fernando. No llegó al muelle y se perdió en el agua. Así varias veces. La maniobra del amarre se hizo muy lenta y difícil hasta que, finalmente, acercando peligrosamente la proa del barco al atraque, un lanzamiento de la sisga de a bordo cayó en el muelle y Fernando la cogió. Yo estaba muy disgustado por cómo había transcurrido la maniobra. El práctico y el capitán, todavía mucho más.

Al cabo de unas semanas vino Fernando a mi oficina. Le recibí y venía muy excitado y contento. Sacó de una bolsa una sisga pero que, en lugar de tener la clásica bola flotante llamada “culo de puerco”, tenía una pequeña anclita de cuatro ganchos. Me explicó que él había lamentado mucho la atracada tan complicada que habíamos tenido días antes y que había pensado mucho sobre el tema. Había dado en el clavo con la sisga que me enseñaba. La idea era que cuando tirasen de a bordo la sisga normal, si no llegaba al muelle, como el “culo de puerco” flotaba Fernando le arrojaría desde un ángulo adecuado su sisga con la pequeña anclita hasta enganchar la sisga flotante de a bordo. El cobraba de su sisga, hasta que aparecía la sisga del barco con el “culo de puerco” enganchado a la pequeña anclita. Ya lo había probado y resultaba de una eficacia demostrada. Tuve ocasión de comprobarlo personalmente y efectivamente la idea de Fernando solucionó el problema. Mucho tiempo después Fernando me informó que otros amarradores de puertos españoles le habían copiado su idea. Una vez más el puerto de Valencia fue líder.

Su esposo había “muerto” heroicamente

PICARESCA

Cuando en mis comienzos trabajaba en una Agencia de Aduanas, era necesario tener un guardián. El nuestro se llamaba “el Rateta”, que nos contaba hechos sucedidos de su padre “el Rata”. Haciendo el servicio militar le tocó a su padre ir a la guerra de Cuba. Embarcaban por Valencia. Estaban formados “en su lugar de descanso” durante mucho tiempo en espera de que llegase el buque correo español para embarcar. Estaban formados dentro del puerto en la carretera, desde el Tinglado 2 hasta enfrente de la Aduana. El “Rata”, viendo de lejos un vagabundo que él conocía de los muelles que estaba en el Tinglado 2, le pidió permiso a su Capitán para ir al servicio ubicado en dicho Tinglado 2. El Capitán se lo concedió. Cuando iba hacia el servicio llamó disimuladamente al vagabundo para que lo siguiera. Cuando estaban dentro llegó a un acuerdo económico con él, lo vistió de uniforme, le explicó cuidadosamente todo lo que tenía que hacer para incorporarse al lugar de la fila y el “Rata” salió de estampida vestido de vagabundo por el cantil del muelle y salió del puerto.

EL “Rata” se libró de ir a la guerra de Cuba escondido en su casa. Al cabo de unos meses llamaron a su puerta un oficial del ejército español más dos soldados. La mujer del “Rata” muy asustada abrió y, cuando esperaba que buscaran a su marido, se encontró con que le informaban de que su esposo había muerto heroicamente en campaña. Por su bravura le había concedido un reconocimiento el Estado Mayor del Ejército español, que le traían a su viuda como recompensa, juntamente con pertenencias de su “esposo”. Entonces comenzó todavía un mayor calvario para el “Rata” pues “oficialmente” estaba muerto. No podía usar documentación alguna y sus salidas a la calle eran muy breves y siempre de noche. El “Rateta” me contaba que cuando murió de verdad su padre el follón legal fue enorme...