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Ser parte activa de la ciudad

Si en ocasiones ya es difícil hacerse comprender en condiciones normales, imaginen lo que puede llegar a ser tratar de comunicar ante quien no quiere escuchar.

  • Última actualización
    14 abril 2021 15:25

Dicen los expertos, sabiamente creo, que si en condiciones normales una persona no entiende tu mensaje, el problema puede ser tanto tuyo como suyo, aunque principalmente la tara será del emisor. Ahora bien, en cuanto el número de personas que no acaban de comprender lo que dices es de dos o más, el problema es únicamente tuyo. Eso es así.

A partir de ese momento, no cabe otra que intentar modificar el mensaje para hacerlo más digerible. Perseverar en el error y tratar de hacer comprender a la fuerza, viene a ser lo mismo que imponer y eso, como comprenderán, está muy lejos de lo que significa comunicar.

Nos encontramos nuevamente ante un viejo problema. Los puertos españoles hablan, comunican, emplean innumerables recursos y esfuerzos para poder llegar a la población... pero el mensaje no siempre acaba de llegar bien. Y el problema está más que detectado: en general no se trata de la cantidad, ni de la calidad, ni de la temática escogida... la clave está en que la otra parte tiene los oídos cerrados y da igual lo que transmitas porque su argumento está en otra dimensión y no vamos a poder cambiarlo.

Analicemos cómo conseguir que el puerto sea considerado una parte de la ciudad tan relevante como la estación de tren o de autobuses, la plaza, el paseo marítimo o el mercado municipal

Debemos hacer autocrítica y determinar entre todos si ha llegado el momento de dar carpetazo a las formas tradicionales de interactuar y comunicar con las ciudades o con las sociedades y sus grupos de opinión. Siempre hemos defendido que la gota malaya acaba por funcionar, pero en el camino nos estamos dejando más pelos en la gatera de los que desearíamos.

Es una evidencia que el mundo evoluciona y que las ciudades van encontrando otros modelos de existencia y desarrollo. Las nuevas generaciones, con derecho a voto desde los 18 años –recuerdo-, se están educando en unos valores muy concretos, quizás no excesivamente diferentes a los que hemos ido adoptando en los últimos años, pero su forma de priorizar las necesidades ya va siendo bastante diferente.

Es tremendamente complicado modificar la jerarquía o la escala de valores que generaciones completas están adoptando como propias, por lo que intentar incidir sobre ellas se antoja especialmente complicado. 

Los puertos, como elementos que interaccionan con las ciudades social y económicamente, tienen que buscar la forma de ser parte activa de los nuevos modelos de urbe. Compatibilizar la necesaria e imprescindible generación de riqueza y empleo con una convivencia armónica y provechosa debería ser una prioridad de actuación, no sólo un epígrafe transversal de un plan estratégico.

La labor de un puerto en el ámbito de la interacción con la ciudad no debería quedar restringida a su condición de paganini de “cualquier cosa cara que se ocurra al ayuntamiento de turno”. Si partimos de la base de que un puerto es considerado parte activa y fundamental de la ciudad, debería tener una participación notable en lo que va a ser el modelo de desarrollo urbanístico.

En la mayor parte de los casos es inviable revertir la existencia de un puerto. No sólo eso, en casi todos esos ejemplos, el recinto portuario ejerce como tractor económico de la región, generador de empleo y de tanta riqueza directa e indirecta que ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo a la hora de cuantificarla.

Partiendo de esta base, analicemos cómo conseguir que el puerto sea considerado una parte de la ciudad tan relevante o importante como la estación de tren o de autobuses, la plaza, el paseo marítimo o el mercado municipal. Ahí tenemos la clave, debemos ser parte activa del nuevo modelo de ciudad que se reclama. Ahora falta que nos dejen.