No era ningún secreto que Trump daría mucho que hablar en su regreso a la Casa Blanca. Pero de ahí al pandemonium en el que está convirtiendo el planeta con sus ocurrencias para “arreglar” conflictos bélicos o instaurar un nuevo sistema de comercio internacional basado en un principio de reciprocidad, cuando menos sui géneris, hay un largo trecho.
El presidente de EE.UU. ejerce su posición de fuerza desde un lenguaje bélico en el que el término “tregua” lo mismo le reivindica en las guerras de Gaza y Ucrania que en la guerra comercial desatada por los aranceles. No vendría mal desambiguar los términos “tregua” y “guerra” para no pervertir su sentido verdadero, aunque me temo que es tarea imposible.
El caso es que tenemos a Trump ejerciendo, si es que alguna vez dejo de hacerlo, de homo bellicus y homo mercator, como las dos caras de una misma moneda o los dos rostros del dios romano Jano, cada uno mirando hacia un lado como evidencia de la doble naturaleza del ser humano.
Lo cierto es que la posición de dominio de EE.UU. en el mundo no radica ya tanto en su poderío comercial como en su potencial bélico. Y no deja de ser paradójico que el país (valga identificar a EE.UU. con Trump) que ha desatado la mayor guerra comercial a escala mundial en muchas décadas, posea una poderosa flota naval con casi 300 buques de guerra, y sin embargo, el número de buques mercantes con bandera estadounidense que operan en el comercio internacional apenas llegue a los 80.
Sólo 80 buques con bandera de EE.UU. operan en el comercio internacional, frente a más de 5.500 con bandera de China
Son datos que recoge el documento “SHIPS for America Act“ (“Shipbuilding and Harbor Infrastructure for Prosperity and Security for America Act of 2024”, un proyecto de ley presentado hace cuatro meses en el Congreso con el fin de “revitalizar la Marina Mercante de Estados Unidos para transportar bienes esenciales y carga militar en tiempos de conflicto, reforzando al mismo tiempo las cadenas de suministro estadounidenses en tiempos de paz”.
Como asegura uno de los cuatro ponentes de este proyecto de ley, el congresista demócrata por el 8º Distrito de California, John Garamendi (nieto de vascos de Ispaster, Bizkaia), alrededor de 80 buques con bandera estadounidense operan actualmente en el comercio internacional, en comparación con más de 5.500 buques con bandera china. “Los astilleros estadounidenses no puede producir buques transoceánicos a gran escala y además de esta brecha en la cadena de suministro, existe una creciente demanda de marineros cualificados”, dice Garamendi
“SHIPS for America Act“ implica una estrategia integral para abordar estas “disparidades críticas”, buscando garantizar la supervisión nacional y una financiación estable para la industria marítima; mejorar la competitividad de los buques con bandera estadounidense; reconstruir la industria naval y esfuerzos para reclutar, capacitar y retener a marinos y trabajadores navales cualificados.
Asimismo, propone un “Programa de Flota Comercial Estratégica” para apoyar el desplieguen en el comercio internacional de buques construidos en astilleros locales, y la Administración Marítima solicitará ofertas para buques privados comercialmente viables y de utilidad militar, que cumplan con los requisitos de seguridad nacional y mantengan la presencia estadounidense en el transporte marítimo comercial internacional.
El programa pretende alcanzar una flota mercante global con bandera estadounidense de 250 buques, que estén también a disposición de la Fuerza Naval si se les necesitara. Tiene la lógica de un país como EE.UU. “Si vis pacem, para bellum”, dice la conocida máxima latina. Habemus nuevo latinajo.