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Sin miedo

Antes el miedo era de ida o de venida. O te amenazaban con que ibas al infierno, al cuarto de las ratas o a la cuadra, o con que venía el Hombre del Saco, el Chupacabras, la Bruja, el Lute o el Coco. 

  • Última actualización
    03 enero 2020 08:06

Crecimos, unos más que otros, y, lejos de dejarnos vivir sin miedo, nos crearon nuevas fuentes de terror, pero de las que vienen a ti. Ahora se trata de que viene el Brexit, la reforma de la estiba, los nacionalistas de un lado o de otro, la extrema derecha, la extrema izquierda, la recesión, la desaceleración, la crisis, Chicote, Risto o el cambio climático. Hoy son más los conceptos que aterrorizan al personal, para que cada cual pueda configurar su paleta de miedos con la que crear su particular fundido en negro. Cuando maduramos, vemos que muchos de los miedos más intensos, los de temblar, los de estomagarse, los de sudor frío, tienen que ver con que se pierda lo que da sentido a nuestro despertar diario, a nuestro estatus social, a nuestra jornada laboral y a nuestro descanso dominical: nuestros ingresos. Como nos han inculcado a fuego eso de que tanto tienes tanto vales, vinculamos el dejar de tener a dejar de existir, o casi. Nadie quiere mover un naipe que pueda hacer tambalear o caer el castillo. Ha costado tanto montar el castillo de naipes que cualquier movimiento aterra. Un socio que se lo monta por libre, unas leyes que cambian, un cliente que se enfada, un directivo al que tienta la competencia, un mercado que se cierra, todo esto tendría una importancia relativa si no fuera porque hace tiempo que se nos ha ido la cabeza multiplicando el valor de cosas que puede que sean valiosas, pero no importantes. Y nos preocupamos y tenemos miedo y lo pasamos mal.

Empieza el año con nuevas incertidumbres, nuevas posibilidades de que las cosas se tuerzan, nuevos gritos de que viene el lobo. Y nos da más miedo el grito que el lobo.  No queda otra que mentalizarse de que siempre nos van a crear nuevas incertidumbres. Y que lo que no controlemos puede, efectivamente, ser terrible para nosotros.  Algunos lobos vendrán. No está en nuestra mano saber qué viene y cómo vencerlo. Seamos realistas y aceptemos, de una vez, que lo desconocido, lo nuevo, puede ser algo terrible, que viene a por nosotros, que nos puede coger y que nos puede vencer y darnos un hachazo contundente o definitivo a nuestra diosa, la señora cuenta de resultados.  ¿Y qué? Empezar el año sin miedo debería ser el principal objetivo. Y para eso no hay nada mejor que analizar qué es lo que está en nuestra mano. Lo que depende de nosotros. Lo que podemos hacer y no hemos hecho o lo que hemos hecho y hubiera sido mejor habernos estado quietos. Miedo hemos de tener a traicionarnos a nosotros mismos y a penar la condena que eso conlleva: vivir 24 horas al día con un ser al que no conocemos.

No se asuste nadie de ese gran monstruo desconocido, la miseria, al que se le tiene más miedo por desconocido que por monstruo. Es peor la decadencia ética que la económica. Con lo segundo se puede vivir y ser feliz, con lo primero es, cuanto menos, mucho más difícil.

 ¿Miedo? A enfermar, a morir quizás. Ah… y a un testigo falso.