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Solos en la habitación

La cita la escuché el pasado sábado en la Radio (con mayúscula): “Todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación” (Blaise Pascal, científico y filósofo francés,  1623-1662).

  • Última actualización
    16 marzo 2020 17:02

Y sí... el elemento central de la modernidad es la movilidad, el movimiento, estar en continuo tránsito, personas y mercancías, de un lado para otro, entre origen y destino, que-no-se-rompa-la-cadena, siempre haciendo algo, ocupados...y preocupados. Un frenesí continuo que nos provoca un trastorno de atención global, hasta que un virus invisible nos confina en la soledad de una habitación. ¿Hay receta para ello?. Se  nos sugiere la resiliencia, individual y colectiva, como la capacidad de las agrupaciones sociales, incluidas las empresas,  y de los individuos, para reaccionar, afrontar y adaptarnos a los cambios en nuestro entorno. Se nos sugiere ser resiliente pero no se nos enseña cómo hacerlo.  Falta pedagogía.

Por si fuera poco, no es esta la primera vez que recurrimos en una situación de crisis a adoptar  una motivación psicológica que no terminamos de creernos. Bajo el mantra “la crisis no es un problema, sino una oportunidad” que tanto se extendió a partir de 2008, reside un mecanismo de autodefensa que nos permite capear la presión psicológica de la incertidumbre  que de un día para otro amenaza no sólo nuestra zona de confort, sino  nuestro propio sustento, nuestros  puestos de trabajo, nuestros negocios, pero, sobre todo, nuestra salud y la de nuestros seres queridos. Seguramente, en estos tiempos de zozobra que ahora nos toca vivir, necesitamos de este tipo de placebos que nos permitan seguir alimentando, día a día, las esperanzas de un futuro mejor.

Es por ello que, porque no nos queda otra que la esperanza y la confianza en nosotros mismos, ahora que el aislamiento no es una recomendación, sino una obligación social y moral, incluso por propio egoísmo individual, no debemos enfrentar el problema desde el hastío, el tedio o el pánico, ni maldecir su existencia. 

De cualquier manera, es importante creer que las crisis traen una serie de oportunidades y que quizá las personas necesitemos un espacio para nosotros mismos, soledad, aislamiento y distancia para reflexionar sobre lo que nos pasa y poder así reinventarnos.

Me gustaría incluir en esta columna una fotografía obtenida desde la oficina del cuarto piso del numero 26 de la calle Colón de Larreátegui de Bilbao, en el mismo centro de la ciudad, donde tecleo ahora mismo estas líneas. Sólo la lluvia rompe el silencio de las calles desiertas, inanes, sin vida, a las 4 de la tarde de un lunes 16 de marzo que ya no será un lunes cualquiera.

Tomemóslo con Filosofía (también con mayúscula). No nos queda otra. Decía el filósofo danés Soren Kierkegaard, que “el estado actual del mundo y de la vida en general es uno de enfermedad. Si yo fuera un doctor y me pidieran mi opinión, les diría: Creen silencio”.

Ahora que el silencio ya está creado, es cómo sumando nuestros silencios entre todos podremos vencer a esta enfermedad que atenaza y coarta nuestra libertad. También desde la soledad de nuestras habitaciones es posible hacerlo. Pero todos juntos. Consigamos entre todos  que Pascal no lleve la razón.