Hay tanta prodedumbre, tanta bajeza y tanta inmoralidad en todas y cada una de las conversaciones que vienen aflorando en torno a las prácticas del exministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE José Luis Ábalos y de su sucesor en el partido, Santos Cerdán, que es comprensible que no haya ni tiempo para reparar en el notabilísimo daño reputacional que todas estas prácticas están provocando sobre la acción del Ministerio de Transportes y sobre el conjunto de organismos públicos que de él dependen.
Con independencia de quién, qué y cuánto hayan robado y malversado, leer y escuchar semejantes conversaciones y ver encima citados en ellas a secretarios de Estado, presidentes de entidades públicas, jefes de gabinete, jefes de prensa y demás actores, en la mayoría de los casos inocentes, supone una mancha tan injusta, tan gratuita y tan irreparable a corto plazo que es necesario evidenciarla y denunciarla. El principal valor de una institución ante los ciudadanos es la credibilidad, justo en toda esta historia lo más dañado.