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Un collar de gran valor

  • Última actualización
    22 octubre 2025 05:20

Teníamos el crucero “Queen Elizabeth 2” atracado al final del Dique del Este. Quedaba poco tiempo para zarpar directo a Southampton.

Estaban llegando los últimos autobuses de las excursiones. Llegó un autobús, se abrió la puerta, salió la guía para ayudar a bajar a los pasajeros de su autobús y oímos unos escandalosos lloros y gritos de una pasajera.

Me fui rápido al autobús y le pregunté a la guía, la cual me informó que durante la visita al Mercado Central le habían robado a la pasajera un collar de valor que estimaba mucho. La señora lloraba y gritaba cada vez más fuerte. Le rogué que me siguiera hasta un contenedor/oficina que tenía la policía portuaria instalado frente al barco. Logré que entrase y me confirmó que le habían robado su collar en el Mercado Central.

Confianza, ilusión, imaginación y atrevimiento fueron las claves

Me encontré con un gran dilema: si acompañaba a la señora a la Comisaría de Policía del Cabañal seguro que perdía el barco, pues no daba tiempo suficiente hasta la salida. Se me ocurrió llamar a la Policía de Puertos, Fronteras y Aeródromos, con la cual teníamos relación y estaba ubicada dentro del puerto. Les expliqué el “panorama”, me dijeron que “oían” el escándalo de la señora perfectamente. Muy amablemente me dieron un teléfono de la Policía Nacional en Madrid, que quizás podrían ayudarme. Llamé inmediatamente. Podían hablar en varios idiomas y me atendió una policía muy amablemente. Le expliqué todo. Me dijo que la única solución era que la pasajera presentase la denuncia a la policía inglesa nada más llegar a Southampton y que le pasase con ella para que le describiese cómo era el collar para comenzar las investigaciones inmediatamente. “Pero necesito que se calme y no llore y grite tanto...”

Calmé en todo lo que pude a la pasajera, le pasé el teléfono con Madrid. Estuvo hablando un buen rato describiendo cómo era el collar. Cuando acabó se puso a gritar y a llorar nuevamente. Me la llevé a bordo. Muchos pasajeros estaban asomados por las bordas de diferentes cubiertas escuchando los gritos y sollozos. En el portalón se la “entregué” al Ship Security Officer, que se la llevó dentro del buque. Se hizo el silencio en el muelle...

Posteriormente volvió dicho oficial de seguridad a dar la última mirada en tierra. Me acerqué y le pregunté cómo se encontraba la señora y me contestó: “I accompanied her to her cabin and on top of the night table, ¡she had the necklace!...” (“La acompañé hasta su camarote y encima de su mesita de noche ¡ella tenía el collar!)

Por supuesto volví a llamar a la policía de Madrid pidiéndoles mil disculpas.

Hay quien se precipita en echarle la culpa a los demás sin verse a sí mismo previamente.