En esa metáfora coronaria que es la península del Sinaí y en esas aortas y aurículas que son los canales y el lago Amargo de Suez, ha surgido un inmenso trombo que mantiene desde el martes en parada cardiorespiratoria al transporte marítimo mundial.
Mientras el gobierno egipcio se afana en las tareas de reanimación cardiopulmonar y los “just in time” globales se asfixian sin margen para los retrasos, convendría no dejarse llevar por el ventajismo facilón de echarle la culpa al colesterol y a los triglicéridos de la voraz corporación naviera mundial, que engorda y engorda en lo metafórico y en lo físico hasta hacernos dudar de si en algún momento todo esto acaso no va a estallar. Tengamos perspectiva. Esto no lo va a cambiar una tormenta de arena. Siempre va a haber dinero y potencia para ensanchar las venas o hacer un by-pass. El mundo nunca se detiene.
