Mantener el tipo en estas fechas tan complejas vacacionalmente hablando no es fácil. Y no me refiero precisamente a lucir el tipo.
Parece que no pasa el tiempo y seguimos sin aprender. Todos los años tenemos la misma cantinela, por lo menos en Valencia, porque no hay forma humana de que empresas y trabajadores se pongan de acuerdo para hacer frente al trabajo previsto durante el periodo estival con una plantilla que mengua, lógicamente, debido al preceptivo descanso vacacional.
Triste es que cada año se tenga que negociar cómo se afrontan las vacaciones, pero más triste es todavía que se aproveche el momento para sacar trapos sucios e intentar solucionar los problemas de enero en el mes de julio, creo que me entienden, ¿verdad?
En el fondo subyace la eterna idea de que la plantilla del CPE no está bien dimensionada, motivo eterno para justificar nuevos ingresos y solicitar determinadas condiciones. Siempre.
¿Cómo exigir un pacto por este concepto tan sencillo -el de organizar los descansos- si a la hora de la verdad es una herramienta fundamental para la negociación? ¿Cómo olvidarse de este asunto si con él se han conseguido importantísimos logros?
Gracia me hacen quienes piensan que esto de la estiba se arregla desde los despachos alejados de la costa. El marco normativo no hace más que cobijar una realidad tan dispar como dispersa en España. Cada puerto es un mundo y cada portuario un universo.
Realmente hace falta un buen baño de realidad portuaria a quienes consideran que una norma consensuada lo arregla todo. Pues no, claramente. El desarrollo reglamentario, el acuerdo marco y los convenios locales son una necesaria vuelta de tuerca en los que sólo pasan a ser válidos los argumentos del muelle. Los de horas de humedad, salitre, sol, viento y agua que no se reproducen en los despachos.
Como también cobran su protagonismo los enfados de las navieras, los incumplimientos en las entregas, los retrasos en las escalas... en definitiva, la distensión de la cadena logística que acaba por generar situaciones indeseadas, como por ejemplo, el desvío de escalas.
Este problema de Valencia no es extrapolable a todos los puertos españoles, de hecho, hay recintos portuarios en los que les puedo asegurar que hay tortas para trabajar y se ríen con desdén cuando tienen noticias de lo que sucede en otros muelles.
Como les decía, este asunto de las vacaciones es viejo y recurrente. Tanto que aburre e incluso se salta el plano de lo noticioso para convertirse en tedioso.
Ninguna empresa privada que se precie, incluso debería ser exigible para las públicas con todo lo que ello supone, puede permitir que su puntuación global de eficiencia caiga un importante porcentaje debido a la no organización de las vacaciones del personal.
Entiendo que es complicado, pero igual que se nos llena la boca pidiendo pactos de Estado por cuestiones básicas y esenciales de nuestra sociedad, deberíamos ser capaces de consensuar un pacto por la eficiencia en nuestro entorno más inmediato, un acuerdo que impidiera la utilización inmoral de los derechos fundamentales para sacar tres cuartos más a la empresa.
Y así, con la temida, inexplicable y tan nuestra doble velocidad de los meses de julio, agosto y septiembre, vamos capeando los rigores estivales.