Menú
Suscripción

Valencia y Barcelona castigadas

  • Última actualización
    17 mayo 2024 13:02

Ayer mi querido ministro de Transportes hizo el viaje inaugural de la nueva conexión de alta velocidad entre Madrid y Santiago. Un cala y cata mediático para mostrar este nuevo avance en comunicación ferroviaria, en esta ocasión con Santiago y otros variados y diversos destinos gallegos. Siempre desde Madrid, claro.

Un día antes, me tocó volver a pasar casi todo el día en el “Euromerd” para ir y venir a Barcelona desde Valencia, más de tres horas de ida y otras tantas de vuelta... ¡en mayo de 2024! Además (qué importantes son los “además”), como suele ser habitual, a este viajecito infernal, hay que sumar el correspondiente y habitual retraso, que suele activarse, precisamente, cuando más puntualidad necesitas o cuando más cansado o harto estás. En esta ocasión, media hora de retraso en el viaje de vuelta, con paradas de esas que parecen eternas porque se producen donde se supone que el tren no debe parar y, por tanto, no tiene nadie ni idea de cuándo vuelve a ponerse en marcha.

Poco se habla de lo rotundamente denunciable que es eso de que entre Valencia y Barcelona no haya AVE, ni se le espere.

Cada vez que suba al “Euromerd” volveré a preguntarme qué habrán hecho Valencia y Barcelona para que se las castigue a estar lejos

Solemos hablar en este espacio de los retrasos, no solo de los mentales de algunos, sino de los más medibles: los retrasos en las infraestructuras. No hay nada más terco que eso. Cuando una obra se empeña en no concretarse, no hay nada que hacer. Ni todas los poderes económicos, empresariales o mediáticos pueden hacer que los plazos se cumplan, que la lógica se imponga, que la razón impere. Si los plazos del Corredor Mediterráneo se han incumplido año tras año, gobierno tras gobierno, nada parece indicar, por mucho que se empeñen las asociaciones empresariales volcadas en ello, que podamos contar con una fecha, por lejana que sea, en la que tengamos la seguridad de que se habrá concretado esa infraestructura.

Yo no sé si veré comunicadas Valencia y Barcelona por AVE, aunque, sin duda, debió de ser la primera conexión que se activara, allá por los primeros años noventa del siglo pasado. Detrás de las grandes vergüenzas de este tipo suele haber una torcida intención política, porque se deriva hacia otros menesteres o porque se dedica a lo que suelen dedicarse: a que no se mueva nada. Es innegable que, con los intercambios comerciales que se registran entre la segunda y la tercera ciudad del estado, el hecho de que hoy en día no haya una conexión ferroviaria de alta velocidad entre ambas ciudades solo puede ser debido a la voluntad política, mal enfocada.

Debe ser que no quieren que Valencia y Barcelona se acerquen. Partiendo de que la distancia se mide en tiempo, acercar una capital a otra podría suponer una concreta potenciación de ambas. Pareciera que es eso precisamente lo que no se quiere, no me pregunten por qué.

En los próximos días volveré a sufrir esta conexión, varias veces (siempre digo que tengo el cepillo de dientes en el aseo del Euromed). Y cada vez que suba al “Euromerd” volveré a preguntarme qué habrán hecho Valencia y Barcelona para que se las castigue a estar lejos.

A la alegría de ver cómo se inauguran cada día conexiones de AVE con esta o aquella ciudad o pueblo, se suma la ira y el desconcierto al ver cómo se olvida que está por hacer la que debió ser la primera conexión.

Hay AVE entre la práctica totalidad de las grandes ciudades, menos entre Valencia y Barcelona. Debe ser por algo, seguro.

La paciencia está sobrevalorada. Ya está bien, ¿no?