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¿Y si el ferrocarril es nuestro particular mamut lanudo?

  • Última actualización
    07 mayo 2025 05:20

A lo largo del devenir planetario el ser humano ha situado la conservación de las especies entre las cotas más altas de progreso, a lo cual ha contribuido el que el mismo ser humano y su acción descontrolada sobre la tierra haya sido la responsable directa de la desaparición de numerosas especies o, en el mejor de los casos, de su situación al borde de la extinción. Nos hemos sentido invasores extraplanetarios que alteran artificialmente la evolución natural y a continuación nos hemos sentido en el deber moral de seguir interviniendo pero ahora para resolver o mitigar el impacto, con una apuesta por el conservacionismo y la recuperación de ecosistemas y especies.

Ahora bien, la evolución natural es tan antigua como el origen de todas esas especies que a lo largo de miles de años y sin influencia del ser humano han surgido, han crecido, han pervivido o directamente han desaparecido por razones igualmente naturales, dada su inadaptación a un planeta en constante cambio. Hay muchos ejemplos, como el mamut lanudo, perfectamente adaptado al clima del Pleistoceno y que terminó extinguido hace unos 4.000 años por su inadaptación a la evolución de los ecosistemas y lastrado por factores como su dieta, el tamaño o su actividad reproductiva. Con o sin ser humano, el mamut estaba llamado a desaparecer de manera inevitable dada la evolución del planeta.

Reflexionemos sobre las condiciones que favorecen la extinción

Trasladándonos del ecosistema natural al ecosistema logístico, me surge la reflexión de si no es acaso el ferrocarril nuestro particular mamut lanudo, es decir, si no estamos intentando mantener con vida artificialmente un modo de transporte que la evolución logística natural lo encaminaba en esta España peninsular hacia la extinción. La cuota de mercado no miente. Si las estrategias logísticas se hubieran mantenido inalteradas en los últimos 20 años, el ferrocarril de mercancías en España directamente se hubiera extinguido.

Y está claro que la contribución del “hombre” ha sido evidente. El abandono, la negligencia y la cortedad de miras en la gestión han incidido claramente en el daño mortal al ferrocarril, sometido a continuación al espíritu conservacionista en el marco de la apuesta por garantizar el futuro mediante un planeta limpio y sostenible, surgiendo las actuales políticas de impulso y recuperación cuyo fruto sigue siendo de momento un acto de fe.

En cualquier caso, lo interesante no es reflexionar sobre esta acción humana para frenar la “extinción”, sino sobre las condiciones “naturales” del ferrocarril que la favorecen.

¿Cuál fue el modo de transporte más duramente impactado por la DANA en Valencia? El ferrocarril de mercancías. ¿Y cuál fue el modo al que más le costó recuperarse? El ferrocarril de mercancías. Días se tardó en plantarlos cajones sobre el cauce del río para desviar entera la A-7. Mientras, mes y medio hizo falta para recuperar la conexión ferroviaria del Puerto de Valencia. Pero ojo, ¿cuál fue el modo logístico más duramente impactado por el apagón eléctrico? El ferrocarril, incapaz siquiera de movilizar sus locomotoras diésel dada la gestión de la circulación con energía eléctrica. Y, atención, ¿qué modo es el más vulnerable frente al más nímio ataque a su infraestructura, llámenle “robo” o “sabotaje”? Sí, el ferrocarril. ¿Y cuál es el modo con mayores dificultades de interoperabilidad en Europa? Sí, el ferrocarril... Y así podríamos seguir.

¿Cuál es la raíz genética de toda esta cuestión? La falta de flexibilidad consustancial de su elemento infraestructural clave: el raíl. Sea como fuere, hay que seguir en el empeño. Si van a conseguir resucitar al mamut lanudo, cómo no vamos a poder resucitar nosotros al ferrocarril.