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Se necesitan más razones para maltratar así la carga

Al ser humano le encanta clasificar. Por ejemplo: ¿Qué es lo más importante de la cadena logística? ¿Quién pesa más?

  • Última actualización
    05 noviembre 2020 16:51

La respuesta más extendida es “la carga y el barco”. Como somos yonquis de la cavilación, le vamos dando nuevas vueltas para ver si ponemos a uno por encima del otro. Finalmente, no tenemos dudas de que la carga lo es todo.

Muebles, material para la construcción, azulejos, industria química, bienes tecnológicos, automoción, metalurgia… eso es lo que está detrás de todo este nuestro micro macro mundo logístico. A veces parece que lo olvidemos totalmente. O que no lo tengamos en cuenta todo que debiéramos.

Hay mucho universo más allá de los presidentes de puertos, de los directivos de las navieras o las transitarias, de los transportistas o los estibadores. La logística es, ante todo, por encima de todo, un servicio público controlado por intereses privados que está para servir al comercio internacional de su hinterland. Y punto. Ni los puertos, ni las empresas que mueven la mercancía por tierra mar o aire son un fin en sí mismas. Unos por servicio público puro y otros por servicio privado, todos se deben a la carga. Ocurre que los profesionales de este sector, con sus humildades y sus egos, se olvidan de la carga, más cuanto más lejos están del cargador. Una naviera puede elegir entre dos o tres puertos, no crean que muchos más. Un transitario puede elegir entre cuatro o cinco navieras. Un exportador de azulejos entre 20 ó 30 transitarias. Pero un consumidor, un cliente, puede elegir entre miles de marcas y productos.

Habría que hacer turnos para que todo y cada uno de los eslabones de la cadena logística, incluidos portuarios, se dedicaran en algún momento a eso de tratar de conseguir clientes

Por eso cuando se rompe la cadena logística la tensión es multiplicada en la base, y algo menor, en comparación, en la cumbre. Los exportadores mueren de nervios y agobio viendo como esa mercancía, que tanto les ha costado vender, no va a llegar a su destino; sabiendo que los clientes se irán sin remedio. Los transitarios, agentes de aduanas, transportistas… viven en un infierno cada día de huelga de estiba, soportando broncas y amenazas, viendo cómo sus clientes les presionan para que arreglen un problema del que no tienen la solución. Con lo que cuesta conseguir clientes, con lo que cuesta tenerlos contentos. Cuando les llega la queja a las terminales o a las navieras, sus directivos se ponen en el lugar de los transitarios o de los cargadores, por supuesto, pero ponerse en su lugar no es vivirlo con la misma crudeza. Llegamos a los portuarios. Algunos de ellos seguro que se imaginan la cruz que están cargando en hombros ajenos. Pero imaginar no es sentir la espalda rota y los hombros desmigajados.

La carga es de todos para cuidarla, pero no pertenece a nadie para maltratarla o no atenderla debidamente.

Es complicado que esta idea cale en todos por igual. Para ello habría que hacer turnos para que todos y cada uno de los eslabones de la cadena logística, incluidos portuarios, se dedicaran en algún momento a eso de tratar de conseguir clientes. Ponerles a patear despachos de medio mundo para convencer al cliente de que somos los mejores, que les vamos a atender mejor que nadie, que pueden confiar en nosotros. Darlo todo por un kilo que llevarse al contenedor, por un barco que atraer al muelle, por una migaja más para completar el pan de cada día, el propio y el de todos los implicados en la famosa cadena logística. Así, quizás, entenderán que, en el mundo real, ahí fuera, y más en estos tiempos, conseguir clientes es conseguir vida, y que para despreciarlos hay que tener más razones y menos… narices.

Siempre he dicho que hacer la faena es complicado, pero conseguirla lo es mucho más. Quien no la consigue no lo sabrá jamás.