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Tres inmensos peligros

Como le pasaba a la muy famosa Gata Flora, y a su prima la de Chinchilla, hay elementos humanos a los que no hay forma de contentar.

  • Última actualización
    30 julio 2020 17:29

Son, entre otros, esos que quieren que les lleguen puntuales a la puerta de su casa todo lo mucho que compran por internet, pero sin camiones, ni aviones, ni barcos, ni puertos ni aeropuertos. Abogan por energía eólica sin molinos en nuestros campos y quieren que las grúas descarguen las mercancías, pero no verlas ni de lejos. De ese mismo entorno y mentalidad nos llegó también eso de “qué bien nos vienen los dineros de los turistas, pero que aquí no vengan”.

A veces, algunas veces, nos merecemos que los deseos se cumplan. Para darnos una lección, aprendamos o no. Miren por dónde, ahora estamos viviendo una situación por la que muchos han clamado últimamente, llenando de pintadas las aceras y paredes, sin que los dirigentes de turno hayan hecho otra cosa que mirar hacia otro lado. Eso que tanto pedían, por fin se les ha cumplido: no hay turistas. Pero, qué cosas, ahora que distintos países de nuestro entorno están recomendando no venir a España, todos suspiran por ese visitante extranjero que tanto insultaban y amenazaban hace cuatro días.

Negocian, suplican, prometen… lo que sea con tal de que los que antes eran asquerosos guiris, vengan a salvar un puñado de millones de puestos de trabajo. ¿Hace falta llegar a situaciones tan extremadamente extremas para darse cuenta de que, mientras no se consiga un relevo de modelo económico, hay que respetar al máximo a lo que nos paga buena parte del pan nuestro de cada día?

¿Hace falta llegar a situaciones tan extremadamente extremas para darse cuenta de que, mientras no se consiga un relevo de modelo económico, hay que respetar al máximo a lo que nos paga buena parte del pan nuestro de cada día?

Puede que en un futuro ideal llegue un momento en que los turistas envíen los dineros por correo, sin que ni siquiera les veamos sus rosadas caritas. Un día en el que no saldrá humo de los camiones ni de los coches. Un día en el que las mercancías vayan directamente de la fábrica a tu puerta, mediante conjuros mágicos. Un tiempo en que toda esa nada genere, además, millones de puestos de trabajo de calidad. Todo se hará, por supuesto, sin consumir energía, sin hacer ruido, contaminando nada. Será algún día. Y puede que no falte mucho. Pero mientras, seguimos teniendo la rara costumbre de comer todos y cada uno de los días laborables y fiestas de guardar. Varias veces al día, incluso. Preciso se hace invertir toda la energía que se usa para hacer pintadas contra los turistas y declaraciones contra los puertos en algo tan necesario como acortar el camino hacia la economía sostenible.

Vigilemos de cerca ese ferviente deseo de algunos de abortar las inversiones milmillonarias en los puertos españoles. No sea que, por un motivo o por otro, se les cumpla. Y tengan que andar de procesión, de rodillas, con un garbanzo en cada rodilla, suplicando que vuelvan con el doble de intensidad con la que antes pedían que se fueran.

Así, estos días nos enfrentamos a un triple peligro. Los coronavirus, los “covidiotas”, más numerosos que los primeros, y los imbéciles puros y clásicos, que superan en número a los segundos.

Del COVID poco o nada sabemos. Los muy dañinos y peligrosos “covidiotas” son los que creen que ellos deciden cuándo se van a contagiar y a quién van a fastidiar (con jota) pasándoles el bicho. De los clásicos llevo hablando todo el artículo.

Disfruten de sus vacaciones y… guarden distancia máxima, con los tres.