Menú
Suscripción

VENTANAS, MIRADORES, TERRAZAS

En un nuevo día del estado de alarma la vida se va llenando de desconcertantes monotonías, pero también de enriquecedoras sorpresas, incluso para quien habitualmente vive de otear novedades en el horizonte.

  • Última actualización
    24 marzo 2020 08:53

Este estado vital de todo Suricata no consiste simplemente en que la realidad pase ante tus ojos, sino en que, antes que nada, la madriguera esté siempre abierta y que, además de ver, uno tenga siempre el afán de mirar, dos cuestiones que hasta hace dos días muchos tenían absolutamente abandonadas.

Si semanas atrás me hubieran preguntado qué sabía de mis vecinos del edificio de enfrente, me hubiera limitado a relatar el color de las cortinas, el estampado de los estores, la hondura del crujido de las persianas y, si me apuran, el contorno de algunas de las sombras en la noche a través de los cristales. Es decir, encerrados pese a ser libres.

En los últimos días, en cambio, se ha producido una transformación espectacular. La gente se libera pese a estar encerrada, abriendo de par en par sus madrigueras. Fuera cortinas y persianas, fuera claroscuros y escondidas. Las ventanas, los miradores, las terrazas, todo ha cobrado vida y hemos empezado a mirarnos y a conocernos, más que nunca a las ocho de la tarde, cuando todo el mundo se asoma, aplaude y mira ávido a quien tiene a izquierda y a derecha, enfrente y detrás, en busca de unos ojos, de una sonrisa, de un gesto para seguir alimentando la esperanza y confirmar que, aunque confinados, seguimos sin descanso luchando.