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Generosidad

Tenemos el gorro a punto de saturación. Van pasando los meses y conforme intuimos que el final del túnel puede estar cerca, va creciendo exponencialmente nuestro estado de ansiedad. ¡Qué largo se hace todo! ¿Verdad? Un poco más de paciencia, por favor.

  • Última actualización
    17 marzo 2021 15:47

Hemos repetido en innumerables ocasiones que la pandemia nos ha robado la posibilidad de juntarnos y pasar un rato juntos sin tener que estar pendientes de efluvios, distancias e incómodos filtros. Es cierto. Pero tampoco vamos a negar ahora que en determinadas ocasiones hasta nos ha venido bien.

Seguramente, antes de la pandemia muchos llevaban un tren de vida “excesivamente social”, quizás obligados por sus circunstancias laborales o personales, pero absolutamente loco, sin filtro. Las restricciones se han convertido en un tamiz por el que muy pocos eventos ha podido pasar.

Y lo que a veces se convierte en un alivio, en otros momentos es un auténtico incordio. Anhelamos durante esta semana fallera la tradicional bienvenida a la primavera portuaria, anunciada siempre con nuestra Fiesta de la Logística, echamos de menos esos encuentros elegidos y seleccionados para pasar un buen rato con los amigos que queremos y, por supuesto, lamentamos la situación que vivimos cuando la pandemia nos impide celebrar algo como realmente pensamos que se debe celebrar.

Tuve la ocasión de viajar el martes a Alicante para participar en el homenaje que la Autoridad Portuaria y la ciudad han hecho al empresario Perfecto Palacio de la Fuente.

Fue un acto emotivo, muy bien organizado y obligatoriamente sencillo. Fue el alcalde de Alicante, Luis Barcala, quien dio en el clavo al asegurar que en condiciones normales hubiera sido un acto absolutamente multitudinario porque Perfecto Palacio, además de ser un empresario visionario y ejemplar, consiguió la afinidad y el prestigio de la sociedad en general gracias a sus actividades empresariales, que generaron riqueza y empleo, integraron el puerto y la ciudad cuando ni siquiera se hablaba de esa relación y, sobre todo, destacó como un ciudadano ejemplar, orgulloso de su tierra, de su indisoluble vinculación con el mar y de la gente de su tierra. Casi nada.

Podría haberse detenido a ensalzar más aún su figura, a contar anécdotas que resaltaran su personalidad o a relatar todas y cada una de sus proezas, pero no, quiso centrarse en dar las gracias, “tal y como hubiera hecho mi padre”.

Y es indudable que su legado perdura. Su hijo Perfecto Palacio López, en representación de la familia, dedicó la mayor parte de su discurso a dar las Gracias, con mayúsculas, a todas y cada una de las personas que habían hecho posible que su padre alcanzara todos sus logros. Podría haberse detenido a ensalzar más aún su figura, a contar anécdotas que resaltaran su personalidad o a relatar todas y cada una de sus proezas, pero no, quiso centrarse en dar las gracias, “tal y como hubiera hecho mi padre”.

Este gesto de enorme generosidad está al alcance de todos, pero muy pocos tienen la humildad suficiente como para anteponerlo a cualquier atisbo de vanidad, por muy justificada que esté.

El mayor legado de Perfecto Palacio de la Fuente, más allá de su visión sobre el mercado marítimo de contenedores o la interacción entre el puerto y la ciudad, seguirá siendo su huella personal. Su descomunal trabajo como persona cuajó entre todos los que le rodeaban y especialmente entre sus hijos, que el martes se comportaron con la misma elegancia y personalidad que lo hubiera hecho su padre.

Como se repitió durante el acto del martes, “necesitamos más personas como Perfecto Palacio”.