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El gestor y la persona

De las muchas y variadas lecturas que podemos hacer a la salida de Francisco Toledo de la presidencia de Puertos del Estado, me quedo con la que nos dibuja un panorama global desolador. Y es que, una vez más, queda demostrado que el sector logístico-portuario es un cero a la izquierda para la clase política o un reducto de frikis ombliguistas del que se puede reír cualquiera y al que se le puede exigir de todo: desde trabajar a pérdidas por su condición de esencial, hasta abanderar y financiar la transición hacia un desarrollo sostenible en nombre de otros sectores más vistosos y molones.

  • Última actualización
    24 noviembre 2021 12:41

Cinco presidentes de Puertos en cuatro años es una falta de respeto al sector. Podríamos llegar a entender relevos ante una manifiesta falta de profesionalidad e incluso de capacitación (evidentemente no es el caso Llorca, Chacón, De la Encina, Toledo y ni mucho menos lo podrán decir de Rodríguez Dapena), pero no comprendemos que semejante baile de altos cargos obedezca casi exclusivamente a decisiones políticas que se pasan por el forro los intereses de un sector.

Es prácticamente imposible juzgar una gestión tras unos pocos meses al frente de un cargo. Y quizás menos en Puertos del Estado, un enorme dinosaurio para el que mover una pata exige un esfuerzo desproporcionado, en tiempo y recursos.

Recuerdo la toma de posesión de Francisco Toledo como presidente de PortCastelló. En su discurso se comprometió a hacer una gestión “con luces largas, para ver más allá de la autoridad portuaria, del propio puerto y del momento en el que estamos”.

Me consta que Toledo volvió a encender esas luces largas cuando llegó a Puertos del Estado. Muy posiblemente, una de las primeras cosas que vio fue que iba a ser muy complicado maniobrar con la misma agilidad que en Castellón.

Una vez más, queda demostrado que el sector logístico-portuario es un cero a la izquierda para la clase política o un reducto de frikis ombliguistas del que se puede reír cualquiera y al que se le puede exigir de todo.

Pese a todo, y pese a los negacionistas de cualquier gestión que no sea la suya propia, debemos ser objetivos y reconocer que ha conseguido dejar parte de su impronta en cuestiones de relevancia general, como pueden ser la composición del organigrama de gestión de Puertos, la revisión (que no aprobación) del Marco Estratégico del sistema portuario, la definición de los órganos sustantivos de los proyectos portuarios y otros asuntos del día a día que sería difícil enumerar. Todo ello, y esto es importante, bajo una gestión marcada por el estallido de la pandemia el mismo mes que tomó posesión. Evidentemente, también se han quedado cosas en el tintero. Lógico.

No nos vamos a engañar. Todos los presidentes han tenido sus más y sus menos. Todos han contado con adeptos incondicionales, enemigos confesos y archienemigos en la sombra, y Toledo no ha sido menos. En su caso, además, ha tenido que soportar la permanente cantinela de los que han magnificado sus ausencias protocolarias, dando por hecho que eso le iba a costar el cargo y dando así la razón a los que piensan que la presidencia de Puertos del Estado es un cargo que requiere mucho paripé institucional para mantenerse. Lástima.

Por lo que conozco a Toledo, sé que es una persona a la que le gusta sumar y emprender para no perpetuarse. No creo que nunca haya tenido que modular sus pensamientos y no ha disimulado a la hora de poner encima de la mesa cuál es su forma de trabajar. Y eso es un valor.

Si me acusan de cercanía o afinidad les diré que sí, no se equivocan. Pero para mí es muy importante haber tenido la ocasión de descubrir en este tiempo al Toledo persona, algo que muchas veces nos cuesta conseguir con altos cargos más preocupados por salvar su puesto que por escuchar y conocer a las personas.

Reiniciamos. Tengo la convicción de que Álvaro Rodríguez Dapena es el mejor sustituto posible para una responsabilidad de esta dimensión. Su éxito será el de todos, así que cuenta con nuestro apoyo. Y llegado el momento, ojalá sea juzgado solo por su gestión.