VALENCIA. La tregua entre Israel y Hamás y el anuncio de los rebeldes hutíes de reducir sus ataques en la zona abrió la puerta a la posibilidad de una paulatina vuelta de las grandes navieras a transitar por el Mar Rojo y, consecuentemente, por el Canal de Suez.
Aunque por el momento ninguna de las grandes compañías marítimas ha retomado esa ruta aduciendo que sus prioridades son la seguridad de sus tripulaciones y las mercancías que transportan, lo cierto es que la cadena logística del frío mantiene ciertas esperanzas en que la situación se normalice y se pueda volver a navegar por una de las arterias más importantes en el comercio marítimo global.
Uno de los retos del producto a temperatura controlada, sobre todo del agroalimentario, es minimizar el tiempo entre la producción y la recolección, por un lado, y su llegada al consumidor final, por otro. De ahí que el tránsito por el Cabo de Buena Esperanza, que tensiona esos tiempos, sea todo un desafío para cargadores, navieras y operadores logísticos especializados.
Así quedo patente ayer en la mesa redonda que tuvo lugar en el marco de la jornada “Reefer 2030. Desafíos. Innovación. Sostenibilidad”, organizada por DB Schenker y que tuvo lugar en el Edificio del Reloj del puerto de Valencia. En el debate, moderado por Cristina Rodríguez, head of Containers & BCOs de la Autoridad Portuaria de Valencia, participaron Pablo García Cupé, Supply Chain Transport Manager de Avolta; Álvaro Lanao, Reefer Trade manager de CMA CGM; Eneko Rubio, Director Marine de Jhasa Brokers; Manuel Baides, CEO de Fruta de Autor; y Miguel Ángel de la Torre, EVP Ocean Freight de DB Schenker.
Todos los ponentes coincidieron en señalar que transitar por el Cabo de Buena Esperanza “ha afectado mucho” a esa cadena logística. Por ello, la estabilización de la zona y la posterior vuelta a esa ruta “supondría una noticia muy positiva”.
No obstante, la paulatina vuelta a la tranquilidad de la zona “no supondría una solución inmediata”, sobre todo para las navieras, ya que “siempre hay un período de entre dos y tres meses para que las compañías marítimas puedan reajustar sus rutas”. En ese sentido, todos los participantes coincidieron en señalar que “hacer cambios de este calado sin tener las reglas de juego claras es un riesgo enorme”, en alusión a la poca certeza actual que tienen las navieras en saber si sus buques serán atacados en el caso de que volvieran a tomar la ruta del Mar Rojo y del Canal de Suez.
“El producto perecedero requiere de tiempos fijos y estables”, algo que, por el momento, no está plenamente asegurado. De hecho, quedó patente a lo largo de la mesa de debate que ha habido empresas exportadoras que se han visto obligadas a no cargar ante la imposibilidad de poder asegurar al 100% a sus clientes un determinado tiempo de tránsito.