Con más de 50 años a sus espaldas, “Hotel” es uno de los juegos de mesa de compra y venta de propiedades inmobiliarias más importantes, con permiso, claro está, del sempiterno “Monopoly”. Para aquellos que lean este Punto de Fuga y no conozcan de qué va Hotel, la cosa es bien sencilla: los jugadores compiten para convertirse en magnates hoteleros construyendo hoteles, comprando terrenos y cobrando a otros jugadores por alojarse en ellos. El objetivo es quedarse con todo el dinero y desbancar a los rivales. Para ganar, obviamente hay que arriesgar y comprar propiedades, construir edificios y zonas de recreo, y añadir entradas a tus hoteles, aunque hay que tener cuidado de no perder todo el capital.
Las relaciones económicas actuales están cada vez más cerca de convertirse en el tablero de “Hotel”, donde los jugadores se afanan por buscar tratos comerciales ventajosos para ellos y perniciosos para los demás. Vean sino la situación que vive Argentina. Donald Trump ha ofrecido a Javier Milei ayudas por valor de hasta 40.000 millones de dólares que permitan a la economía argentina levantar un poco la cabeza. Pero, claro, esta ayuda viene con condiciones, y no hablo sólo del condicionante de que Milei gane las legislativas. Hablo de que el presidente de Estados Unidos ha sugerido al mandatario argentino que se aleje comercialmente de China y, sobre todo, exige garantías a las multinacionales de Estados Unidos para explotar yacimientos de materias primas y tierras raras del país sudamericano.
La partida de “Hotel” que en estos momentos juegan las economías del mundo sigue su curso
Pero, como muchas cosas en esta vida, el bumerán ha comenzado a dar la vuelta. No son pocas las voces en las zonas agrarias de Estados Unidos -uno de los caladeros de votos que dio la victoria a Trump ahora hace casi un año- que cuestionan esta ayuda del presidente estadounidense a Milei al no cumplir con ese “América primero” tan cacareado por Trump en la campaña electoral. Los granjeros del Medio Oeste americano tienen sus graneros y almacenes a rebosar de soja -EE. UU. es el segundo productor mundial de esta materia prima por detrás de Brasil y por delante de, vaya casualidad, Argentina-, granjeros que no entienden porqué su presidente ayuda a un país competidor mientras ellos no pueden exportar sus mercancías a China como consecuencia de las malas relaciones comerciales entre ambos países. ¿Quién iba a pensar que, después de las andanadas lanzadas por Donald Trump contra el gigante asiático, China dejaría de comprar soja estadounidense para irse a Argentina y Brasil en busca de esa soja? Se ve que ningún asesor presidencial cayó en este pequeño detalle.
Ante esta situación, puede ser que esos granjeros de Estados Unidos esperen con cierto interés el encuentro previsto para este jueves en Corea del Sur entre Donald Trump y Xi Jinping, una reunión bilateral en la que estarán encima de la mesa no sólo los aranceles, sino también la posibilidad de que China levante parte de las restricciones impuestas en sus tierras raras -algo que no gustó nada en Estados Unidos dada la dependencia de la economía americana de estos materiales para que pueda seguir funcionando- o de que la Administración Trump no aplique las tasas por cada escala que realice un buque chino en uno de sus puertos.
La partida de “Hotel” que en estos momentos juegan las economías del mundo sigue su curso. Tanto Estados Unidos como China llegan a acuerdos ventajosos con otros jugadores de este tablero a la espera de que Trump y Xi Jinping jueguen su propia partida. Siendo los dos líderes como son eminentemente prácticos, lo aconsejable sería un empate.