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A quién le importa Tuvalu

  • Última actualización
    21 octubre 2025 05:20

Desde la terraza de la sede de la Organización Marítima Internacional (OMI), Londres se me mostraba prácticamente idéntica a como la recordaba de niño cuando en el Telefunken de casa aparecía la cabecera de Thames TV que daba paso a “Los Roper”. Precisamente a la orilla del Támesis, en el edificio que ocupa la OMI en Albert Embankment, asistí la pasada semana como único periodista acreditado de España para informar del plenario del Comité de Protección del Medio Marino, una cita que se presumía histórica para el transporte marítimo internacional ya que se daba por hecha la adopción formal del llamado Marco Net-Zero.

La agenda prometía un hito y la OMI parecía dispuesta a firmar una página histórica del transporte marítimo. Historia hubo, pero de geopolítica. Lo que allí se escenificó fue un partido en campo neutral decidido en los despachos. Arabia Saudita presentó una moción para aplazar un año las sesiones del Marco Net-Zero y la mayoría la compró. De los 137 Estados miembros que votaron, 67 lo hicieron a favor, 49 en contra y 21 se abstuvieron. Estados Unidos, Rusia, China, y el bloque de los países productores de petróleo, entre otros, pisaron el freno; España, la UE y los estados insulares del Pacífico, algunos de los que pisaron el acelerador. Resultado: Petrodólar 1 - Ecoeuro 0. Aunque el partido se fue a la prórroga, un tiempo muerto de un año que vale oro para quienes hacen caja con el crudo.

La OMI parecía una torre de Babel especializada donde todos hablan de lo mismo (clima, barcos, comercio) pero cada cual conjuga el verbo según su PIB y su mix energético. Europa llega con la fe del converso regulatorio y otros, con la prudencia del que sospecha que el precio al carbono es una forma de regalar mercado. Así las cosas, acordar un calendario y una hoja de ruta únicos para todo el planeta es como querer cuadrar un horario escolar con 137 padres, 137 profesores y 137 directores.

El partido de la OMI en Londres reflejó un marcador de Petrodólar 1 - Ecoeuro 0 , aunque se jugará una prórroga

Hubo algo que captó mi atención. Tras el cartel de “Tuvalu”, se sentaba su representante, Simon Kofe. 26 kilómetros cuadrados, apenas 10.000 habitantes, altitud máxima de cinco metros. Un Estado que literalmente se hunde y ve llegar la marea. Kofe había avisado: “No tenemos las manos atadas ni los labios sellados por intereses económicos. Tenemos la libertad de alzar la voz, y por eso mantenemos nuestra postura moral. La solución que buscamos es para la humanidad, no solo para nosotros mismo. Esto no es política, es supervivencia”. Y votaron en consecuencia, como todos los del Pacífico de la alianza 6PAC+: Fiji, Kiribati, Islas Marshall, Nauru, Palau, Islas Salomón, Tonga, Vanuatu y Tuvalu. Es irónico que quienes menos contaminan más contundentes son a favor de la descarbonización y que quienes más margen tienen para invertir en alternativas son los que piden más tiempo.

España hizo lo que debía, actuó de forma activa y con determinación; se coordinó con la UE y defendió la adopción del Marco Net-Zero. Lo que quedó claro es que hay un bloque europeo dispuesto a poner reglas aunque el tablero mundial se resista. Pero la “diplomacia cerrada” funcionó como siempre: pasillos, pausas para consultas, reuniones intempestivas y fuera de la sede... No lo confesarán, pero aplazar un año es, para muchos, ganar un año.

El Marco Net-Zero no ha muerto, sólo ha sido retirado a la banda. Salí de la OMI con la imagen de Tuvalu y de Simon Kofe. Con un voto igual al de las grandes potencias, Tuvalu nos recuerda que el mar no entiende de aplazamientos. ¿Cuántos centímetros puede subir el agua en un año de “ya si eso en 2026”? ¿Quién se hará cargo cuando la marea alcance la mesa de Kofe?