Siempre he defendido la necesidad de un marco normativo que regule el conjunto de principios, leyes, reglamentos y normas que establecen cómo debe actuarse en un ámbito determinado, ya sea en una actividad económica, social, técnica, institucional o profesional. Y, por supuesto, ese marco debe ser lo suficientemente flexible como para adaptarse a las circunstancias de cada momento o a las exigencias de un mercado especialmente cruel y sanguinario con quienes se quedan atrás.
Y todo está muy bien, pero cuando ese marco ampliamente consensuado y debatido no es más que un negro sobre blanco que cada cual puede saltarse a su antojo, es que la cosa no está del todo bien. Las trampas y los retuertos legales para que parezca que se cumple con lo establecido, no siempre salen bien.
Soy consciente de que los amantes del articulado, los obsesos de la interpretación y los teóricos de las teorías desearían ahora mismo lanzar dardos sobre una imagen de mi cabeza. Qué le vamos a hacer, cada uno vive de lo que puede y todo es lícito siempre y cuando se haga respetando la legalidad.
Pero es que suele pasar, más veces de las que pensamos, que la negociación de los famosos marcos están un tanto alejadas de la realidad. En ocasiones, los que negocian, de tanto negociar, han olvidado para qué o para quiénes están negociando. Y mientras tanto la vida sigue.
Nuestra aspiración máxima es que nos permitan trabajar con libertad
¿Quieren ejemplos que afecten al sector logístico? Podríamos hablar de la reforma del Estatuto de los Trabajadores en el que Gobierno, sindicatos y patronales están negociando cambios normativos para modernizar el marco laboral con cuestiones tan relevantes como la reducción de la jornada laboral, la regulación del teletrabajo o la conciliación “real”, no teórica.
También podemos referirnos a la implementación normativa la Ley de Cambio Climático y Transición Energética que requiere planes para descarbonizar el transporte marítimo y terrestre o para la regulación del hidrógeno verde y del autoconsumo energético.
Encima de la mesa tenemos, asimismo, la adaptación del marco normativo al reglamento europeo de inteligencia artificial para definir cuestiones tan relevantes como quiénes son autoridades competentes en IA o la supervisión de aplicaciones de alto riesgo.
Y, por supuesto, siempre tenemos las negociaciones casi perennes del Acuerdo Marco de la Estiba, el convenio sectorial que regula las condiciones laborales básicas y comunes para los trabajadores del sector de la estiba portuaria en España.
En realidad, gracias al establecimiento de fechas concretas de caducidad, vivimos en una permanente negociación de marcos normativos para que aporten estabilidad y establezcan las directrices de convenios o normativas locales. Aplaudo la flexibilidad y adaptabilidad de cada texto, pero también reclamo cierta estabilidad en el tiempo y una panorámica amplia para que nuestras restricciones no nos limiten, por ejemplo, en la libre competencia internacional.
Nuestra aspiración máxima es que nos permitan trabajar con libertad y, a ser posible, en igualdad de condiciones respecto a nuestros competidores. Pedimos a quienes nos representan que no olviden a quién están representando y pedimos a quienes regulan que recuerden que el fin último es garantizar la justicia, el orden y el bien común, tratando de reflejar la voluntad general. Avanzar pese a los marcos no es un buen negocio.