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Bajarse al muelle

  • Última actualización
    05 junio 2025 05:20

La irrupción de la tecnología en el día a día ha provocado la redefinición de muchas tareas y rutinas que, hasta hace muy pocos años, eran relativamente habituales en nuestro querido sector.

No tengo ninguna duda de que hemos ganado en eficiencia (que para eso está la tecnología), pero hemos de confesar que hemos perdido en cuanto a cercanía, proximidad y roce (que al final hace el cariño).

Bajar al muelle, patear las zonas cero de la logística portuaria, mezclarse con sus gentes, convivir en los mismos espacios y compartir sufrimientos, estrecheces y hasta la sinrazón de algunos procedimientos, aduaneros o no, es algo que curte y acaba por definir el carácter de una comunidad portuaria.

Ya saben que nuestro sector es especialmente atractivo para quienes, sin ser parte activa del mismo, tratan de sacar un partido pecuniario atraídos por los cantos de sirena que proclaman que la logística es un pozo sin fondo, una fuente inagotable de riqueza. Y fracasan, uno tras otro.

Porque una comunidad portuaria es mucho más que una autoridad portuaria, un par de empresarios potentes y las conexiones político-empresariales que puedan establecerse entre ellos y quienes mandan.

Es imposible integrarse en una comunidad portuaria si no conoces a sus personas, lo que piensan, lo que les intriga, lo que les asusta y lo que les motiva. Si no comprendes que su preocupación máxima, por trivial que parezca, puede llegar a ser ese punto de conexión que se necesita para que fluya una relación cordial, constructiva y en sana competencia.

Es precisamente por este motivo que no existen personas (por muy importantes y relevantes que se crean) que por sí mismas puedan ostentar la representación de la comunidad portuaria. Lo siento, esto no funciona así.

Las personas pasan, mientras que los puertos y las comunidades portuarias permanecen

Es evidente que una determinada dimensión empresarial ayuda, como también lo hace una cierta proyección social y política, pero no es lo único. Las personas pasan, mientras que los puertos y las comunidades portuarias permanecen. Nadie es eterno.

La experiencia me ha hecho comprobar que muchos casos de éxito empresarial en el ámbito portuario tienen bastante que ver con la interacción de las personas, con la empatía y el conocimiento profundo del entorno.

Es imposible ser parte de la comunidad portuaria desde los despachos. No se puede conocer bien a las personas, empatizar con ellas y entender sus necesidades si no es a través de un contacto constante y permanente. Es cuestión de respeto y de visión a largo plazo apostar por un conocimiento que solo se cultiva cara a cara.

Por eso, cuando alguien se pregunta por qué no acaba de conectar o por qué le es tan complicado integrarse dentro de la comunidad logístico-portuaria, debería cuestionarse si baja lo suficiente al muelle.

Por cierto, y ya que estamos en harina, no quiero dejar pasar la ocasión de felicitar efusivamente a Francisco Roca Monzó, ya no tanto por su genial serie de artículos de los miércoles en Diario del Puerto, sino porque hoy mismo celebra su nonagésimo cuarto aniversario. Un total de 94 años (por si se han liado con el ordinal) de los que 77 se los ha dedicado de forma ininterrumpida a ser y crear comunidad portuaria. Muchas felicidades, D. Francisco.

Y si felicito a uno tengo que felicitar a nuestra directora de Publicaciones, Loli Dolz, que también hoy celebra su cumpleaños. No es que vaya a alcanzar a Paco Roca (le quedan algunas décadas) pero también es parte activa de nuestra querida comunidad portuaria. Como tú mismo, amable lector, que has llegado hasta este punto y final.